TItbarra es un icono de la política extremeña, el único, creo yo, que reconocerá la Historia y sus alrededores. Para llegar a esa cima en la que se consolida uno como líder o referente de lo que sea, hay que tener trayectoria y cierto poso de clandestinidad juvenil; hay que ser muy frío y al mismo tiempo una caldera de utópicos amoríos; para llegar hasta donde él ha llegado, hay que haber sido hijo de alguna miseria y nieto de muchos agravios, haber pasado hambre de cierta libertad y sed de pasiones imposibles.

Esta semana Ibarra ha desempolvado el baúl de sus recuerdos al frente de un "pueblo" al que se propuso guiar por las aguas turbias de un cansino olvido histórico y ha paseado por la plaza pública su habitual ceño fruncido, sus canas de profeta, su verbo viril y una severa artillería de palabras que afloran en su boca con el desparpajo de quien lleva aprendido el discurso desde la cuna. Es un prodigio de Comunicación verbal y gestual, domina como nadie la dialéctica del mando, su sola presencia emite señales y no precisamente de humo.

Así como Aznar ha vuelto a asomar la patita agitando el túnel del tiempo, Ibarra ha hecho acto de presencia junto a los otros dos tenores de la política regional en una iconografía de santidad al más puro estilo "Bambi". Ni rastro de los odios ancestrales, ni rastro de las disputas parlamentarias, ni rastro de esas inquinas electorales en las que el PP pinchó más allá del hueso con el asunto Feval dando en la diana de las presuntas corruptelas que jamás nadie se atrevió a poner sobre la mesa en tiempos de Ibarra. Se oía decir por los rincones que "algo pasaba", "que si unas comilonas por aquí, que si unos casoplones por allá" pero... ¡cualquiera se aventuraba a abrir la caja de truenos del PSOE! Ibarra actuaba de muro de contención, pero aún más... Ibarra ejercía tal poder hipnótico incluso sobre sus adversarios, que me atrevo a decir que no opositaban para echarle sino para parecerse algún día a él. Oposiciones... suposiciones mías nada más.

Ibarra se fue limpio de polvo y paja a su casa dejando una herencia compleja a Vara , unas cuantas losas de sospecha sobre su cabeza y un buen alumno en la trinchera enemiga. Monago y Vara son hijos del gran padre, Caín mató a Abel y se hizo dueño del paraíso... ya saben... Ibarra contempla desolado el panorama desde su Olimpo y sobrevuela la escena actual preguntándose dónde demonios están sus discípulos dentro del socialismo extremeño. Demasiado tarde señor, alguien se coló en su fiesta, Coca-Cola para todos y algo de comer.

Está meridiano que las torres altas acaban por los suelos; y estos nuestros políticos de ahora son muy dados a olvidar el sabio proverbio "cave ne cadas" algo que Monago ha hecho inscribir en el cabecero de su cama para recordarlo día y noche, "cuidado no caigas". A Vara ni se le pasó por la imaginación.

Y una vez caído el chiringuito, quedan un par de opciones: levantarse y mirar el horizonte, montar una Fundación, o sentarse a contar nubes y lamentarse entre las sábanas de la melancolía. A Ibarra le faltó tiempo para optar por la primera, fundar su propia plataforma de ideas y navegar en solitario por la espesura de sus reflexiones. El hijo muerto (Vara) no supo asimilar el chorro ilusorio de las urnas y ahí anda, perdido, esquivando los azotes que le propina su hermano Caín.

Ibarra se fue limpio de polvo y paja dejando mutilado a su partido, se fue a desempolvar las tablas de su propia ley a los pies de la montaña sagrada que ampara los carismas mientras otro de sus hijos sufre la condena de telediario. José Luis Viñuela ha hecho el paseíllo en representación del PSOE, pero el gran padre calla y observa como ese anciano que sentado en la puerta de su casa contempla el cortejo fúnebre de las cinco de la tarde: "si ya sabía yo que esto iba a pasar". ¿En qué momento dejó Ibarra de cuidar las gallinas del corral? ¿cuando se puso de perfil y dejó pasar el aire? Siendo él un hombre austero, poco dado a la alfombra roja y más bien entregado al misticismo ¿cómo consintió el desmadre que hervía bajo las siglas de Feval?

Probablemente sea cierto aquello otro que se decía por los rincones "Ibarra ya no simpatiza con Viñuela" vete tu a saber... de amores y desamores están plagados los Parlamentos regionales. Ibarra se fue a sembrar conferencias y regar tertulias en tiempo muerto, se fue para no volver, agotado de tanta deuda histórica y tanta "x" en la quiniela. Se fue para ver desde lejos el carajal de los GAL, extenuado de tanto guiar a un "pueblo" engatusado por un supuesto trazado del AVE que nunca llegó a su estación. Se fue a su casa para jugar en los alrededores de un patio con limonero en flor... Allí, algún día colgará las hojas de su memoria concediéndonos por fin el honor de saber quién era, cómo era y cómo forjó su leyenda de indomable. Algún día... en sus alrededores... le conoceré... algún día.

*La autora es periodista