Las elecciones legislativas parciales que se han celebrado en Argentina el pasado domingo confirman que el oficialismo podrá gobernar con tranquilidad hasta las presidenciales del 2015. La formación de Cristina Fernández de Kirchner , que aún está convaleciente, ha conseguido mejores resultados que sus rivales, si bien no ha ganado en los distritos más decisivos. Los resultados de la renovación de la mitad de la Cámara de los Diputados y de un tercio del Senado evidencian el desgaste del kirchnerismo, pero sería aventurado pensar que los candidatos ganadores en los territorios clave tengan el camino abierto para la presidencia. Nunca ha sido así hasta ahora.

Una parte de los apoyos que obtuvo en los anteriores comicios se le escurrieron a Cristina Fernández en las elecciones del domingo. El desencanto de los sectores medios con el Kirchnerismo sobrevino con el inicio de su segundo mandato: la inflación y la dificultad para ahorrar en dólares abonaron ese enojo. En la víspera de las elecciones, el dólar en el mercado negro perforó la barrera psicológica de los 10 pesos por unidad. La presidenta gobernó entre 2009 y 2011 con un Congreso adverso, pero con una situación económica que le permitió adoptar medidas audaces. A partir de 2012, Cristina Fernández contó con mayoría propia en el Senado y con una Cámara de Diputados donde pudo conformar mayorías con pocos votos de aliados circunstanciales. Pero el contexto externo e interno no le fue tan favorable.

Probablemente, la consecuencia más clara de estas elecciones parciales es que el Gobierno del Frente para la Victoria de Cristina Fernández tendrá que centrarse en la economía. Pese a la buena cosecha, la caída de la cotización de las materias primas y las peores condiciones para la financiación internacional auguran dificultades. El Fondo Monetario Internacional prevé menos crecimiento de la actividad y más desempleo, pero no deja de quejarse de la fiabilidad de los datos que suministra Buenos Aires.

La economía informal --sumergida-- es tan difícil de calcular como el paro --7%, según los datos oficiales-- o la inflación, que hay quien sitúa en el 24%. La desconfianza de los argentinos en su economía es tan grande y tradicional que el Gobierno no para de ponerles impedimentos para que conviertan pesos en dólares, la moneda en la que tratan de poner a salvo sus ahorros.