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El selfismo social

TTtener iphone, smarphone, android, ipad, wifi, portátil, presencia en redes sociales y demás equipamiento digital se ha convertido en una necesidad social sobrevenida para buena parte de la sociedad. "Si no tienes perfil en las redes sociales, no eres nadie", se oye últimamente en lugar del ya antiguo "quién se mueve no sale en la foto", pues ahora se lleva el moverse mucho, aunque sólo sea de manera viral, para ser, parecer o creerse más importante, pues las motivaciones pueden ser diversas.

Más allá del objetivo promocional de las webs o páginas comerciales o profesionales, el consumo masivo de las redes sociales ha puesto de moda contar cosas cercanas o relacionadas con uno mismo y colgar selfies (autofotos o autorretratos) realizadas normalmente con la cámara del móvil y subidas por los usuarios a su perfil o miniblog para dejar constancia universal de algún acto o circunstancia que se quiere difundir; internet debe casi haber acabado con el carteo personal y las redes sociales deben haberlo hecho con aquellos diarios privados, personales, que te regalaban el día de tu primera comunión y en los que guardabas celosamente tus secretos, pues facebook, twitter y otras plataformas sociales digitales parece que crean en nosotros la adicción de contar continuamente cosas para mejorar el índice de presencia en la red.

Donde estoy, donde voy, con quien, que hago, dónde y qué ceno, que bien me queda tal prenda, que titulares resalto, como me siento emocionalmente, que pienso yo de tal tema... todo se lo tragan las redes sociales, a manera de espacios de convivencia en los que nos sentimos cómodos y felices, porque nos permiten administrar y elegir los contenidos, a nuestro público, el acceso y flujo de participantes y buena parte de la conversación, además de la creación de nuestra identidad digital idealizada, a la carta (aunque limiten la transparencia y espontaneidad del debate de ideas, por espacio y por imagen).

XLA ADICCIONx es tal, aún no reconocida, que incurrimos en riesgos, imprudencias, prohibiciones, banalidades, desconsideraciones, etc. (usar el dispositivo digital en el avión, hacernos la selfy en un precipicio, pecar de ostentación, grabar nuestros propios delitos...); recordemos la de fotos que habremos visto en las redes para inmortalizar nuestra visita a la imagen "restaurada" del Ecce Homo de Borja, la selfy del matrimonio precipitado en el acantilado por inmortalizar su estancia, o los youtube con imágenes de apaleamientos o cremaciones de terceros.

Sorprenden los criterios y preferencias de algunos selfistas, que con su afán de estar en todo y con todos, llegan a pretender perpetuarse hasta con el mismo diablo, contribuyendo a crear un mundo virtual con nuevas reglas y códigos. Veamos, son muchos los que han ido hasta el Pirineo catalán a conseguir una selfy con los Pujol (beneficiarios de las catalanistas balanzas fiscales negativas) de paisaje de fondo, como si el fraude fiscal y la evasión de capitales fueran ya ejemplo de algo bueno e imitable, lo que me recuerda algo dicho por un empadronado en las redes sociales: "que hablen de mí, aunque sea mal".

Me preocupa que nuestra actividad en las redes sociales, que nuestra identidad digital idealizada por el photoshop, nos aleje de la realidad, desajustando nuestra capacidades, aptitudes y actitudes para interactuar en el medio físico real, al ignorar o desconocer al resto del mundo que no tiene existencia o perfil digital, que no tiene muro o nick de usuario; este podría ser el caso del ministro Montoro , al subir al muro virtual del Gobierno su selfy con el fondo de foto de una España feliz, en la que se retoca el perfil y número de los pobres reflejados por Cáritas en su informe anual.

Ojo, las redes sociales son herramientas de comunicación e información de gran utilidad, que nos pueden y deben ayudar a solucionar los problemas reales de los seres humanos, pero también pueden convertirse en escudo o coraza mental para evadirnos del mundo real e ignorar los problemas ajenos, para vivir virtualmente en un espejismo, photoshop de la realidad.

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