Ha pasado más de una semana de las elecciones en Cataluña y todo sigue más o menos igual: el Partido Socialista no logra remontar, por muchos bailes de Iceta ; el Partido Popular continúa con su caída libre, y eso que contaban con uno de sus pesos pesados, el exalcalde de Badalona; los independentistas con su rancio mensaje, que cada vez se entiende menos; y la sociedad catalana asfixiada. Un poco más de movimiento tienen los dos partidos emergentes, Ciudadanos, que crece y se multiplica en un momento donde son necesarios mensajes y posturas claras, pero sin extravagancias; y Podemos, el partido de aquel con coleta que un día acaparó tertulias en cadenas de televisión de todo signo político. El presidente del Gobierno continúa hablando entre dientes y 'a la gallega', pese a haber dado alguna entrevista esta semana, los ciudadanos siguen sin enterarse de su discurso. El otro presidente, el de la Generalitat, continúa con sus problemas con los porcentajes, un tres por cierto de los votos le hubieran llevado por otro camino; otro similar se investiga en Cataluña, asolada por los casos de corrupción de su partido --CDC--, las mismas siglas que un día llevaron al exhonorable Jordi Pujol a dirigir el devenir de los catalanes, y el de su familia.

Una semana después de las elecciones en Cataluña todo sigue igual, o casi. Los ciudadanos continúan siendo las víctimas de los recortes en sanidad, los más acusados de España. Las aulas siguen en pie de guerra por la pérdida de calidad del sistema educativo. El paro continúa sin mejorar; y la situación de muchos catalanes y catalanas está al límite. Mientras, Artur Mas sigue con un sueño soberanista que las urnas ha desterrado, aunque en privado no deje de lamentarse, porque tal vez estemos presenciando el merecido final de uno de los peores políticos de la historia reciente de España, y de Cataluña.