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McDermott, entre la vida y la muerte

TPtatrick McDermott , el novio de Olivia Newton-John , no estaba muerto, estaba de parranda, viviendo en Sayulita, una pequeña población surfera del Pacífico mexicano. Dice el librero local de San Pancho, el pueblo de al lado, que "es el lugar ideal para hacerse el muerto. Yo tengo un amigo aquí que ha muerto tres veces porque le debía dinero al banco".

Así que McDermott, en la línea del Pedro Páramo de Juan Rulfo , le hizo creer al mundo, incluida su abnegada novia, que había muerto, concretamente en un viaje en barco que realizó en 2005. El mar, intransigente ante la mentira, no devolvió su cuerpo a la orilla. Pero como la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, han encontrado finalmente su cadáver tomándose unos mojitos en ese lugar paradisíaco donde los muertos en bancarrota llevan vidas ociosas.

Pero los investigadores y la prensa, que no respetan ni a los muertos, han rastreado los pasos del esquivo oriental, que ya ha puesto pies en polvorosa. No sabemos dónde vive, si tiene pareja, si dispone de recursos económicos, si tiene trabajo y, sobre todo, si le acosa el remordimiento de haber tratado peor a la pobre Olivia que el mismísimo John Travolta . Lo único que sabemos es que ni muerto puede vivir uno.

Y aquí es cuando el periodismo debería batirse en retirada y dejar la tarea de investigación al novelista. Porque McDermott, ese tipo ladino que se mueve entre la vida y la muerte, merece más la pluma de la ficción que la del reportaje, donde la obstinada búsqueda de la verdad podría arruinar una historia prometedora.

Olivia Newton-John ha afirmado que no quiere saber nada más de su exnovio. Su legítimo desdén demuestra que le tenía en más estima cuando estaba en el fondo del mar, y no en estado de gracia sorteando los recuerdos de su pasada muerte subido a una vivificante ola surfera.

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