Agarrotazos entre la Gürtel y los ERE. Así andan el PP y el PSOE estos días, tal y como refleja nuestro dibujante Moraga en su viñeta de hoy publicada más abajo. La pintura de Goya sirve a las mil maravillas para plasmar lo ridículo de este debate al que la ciudadanía permanece estupefacta a la vez que escandalizada. Los partidos se confunden al hacer distinciones entre corrupciones, como si la hubiera limpia o sucia o de calibres diferentes; como si toda ella no fuera indigna de un partido que se precie de ser honrado; como si ‘el tú más’ siguiera valiendo a estas alturas de la política. Hubo una época en la que el bipartidismo bebió de los mismos caldos malolientes; y si unos emprendieron un camino para enriquecerse o financiarse, otros lo hicieron para beneficiar a unos cuantos y crear así una red clientelar con la que mantenerse en el poder.

¿Cuál es peor? No cabe respuesta, porque, además, si se pregunta a unos considerarán una cosa y si se pregunta a los otros sostendrán lo contrario. Unos pondrán por delante las cantidades de dinero desfalcadas (que los del PSOE robaron bastante más que los del PP), y los otros dirán que mientras que los unos se llenaban los bolsillos a manos llenas de dinero ‘b’, en el PSOE se malversaban las arcas públicas para enriquecer a otras personas, pero sus protagonistas, los que gestionaban lo público, nunca se llevaron un euro para casa. Corrupción en el primer caso, corrupción en el segundo. Y ambos suponen una mancha en el expediente que tardará tiempo en borrarse. Desde hoy nadie puede dar lecciones a nadie, pero el PP puede perfectamente sacarle los colores al PSOE sabedor como es de que el caso Gürtel fue utilizado por los socialistas para provocar su caída y llevarse por delante al mismísimo Rajoy.

Al PSOE le toca ahora apechugar. Con la sentencia de los ERE debe hacer examen de conciencia y evitar echar balones fuera como ha hecho, por cierto, su secretario de Organización, José Luis Ábalos, poniendo de manifiesto que los protagonistas de la malversación ya no son del partido y desvinculándose así de toda responsabilidad. Esta estrategia descarada no vale para salvarse de la crítica, como tampoco intentar mostrar a Chaves y Griñán como mártires de la causa, como si hubieran sido en vez de corruptos bandoleros que robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Se trata de una década oscura en Andalucía, un capítulo negro en la historia del PSOE que no debe olvidarse y mucho menos ignorarse mirando para otro lado. Reconocer que se obró mal y que se pusieron desde entonces medidas correctoras para que nunca más vuelva a ocurrir es el camino.

De las cosas que más me han llamado la atención estos días ha sido la posición de Susana Díaz. Con lo que ha sido la lideresa andaluza, ahora vincula su destino al de Pedro Sánchez y se proclama fiel suya y seguidora de su doctrina. Una fidelidad nunca eterna, todo hay que decirlo, y un tanto interesada. Después de llevar a cabo la más dura de las batallas contra un secretario general, ahora lo encumbra a los altares para sorpresa hasta de los propios sanchistas.

Susana Díaz sabe que aunque ella no estaba en el Gobierno andaluz en los años ahora juzgados (desde el 2000 al 2009), se le vincula a la etapa anterior. Es verdad que llegó al gobierno andaluz en 2012, pero fue heredera directa de los que estaban. El fallo de la Audiencia Provincial de Sevilla ha reabierto el debate sobre su liderazgo y hay quienes desde el partido ya exigían anteriormente la renovación de la cúpula tras la pérdida de las últimas elecciones autonómicas. El congreso regional del PSOE deberá celebrarse en Andalucía en 2020, y aunque Díaz ya ha avanzado que quiere presentarse a las primarias para optar de nuevo a la secretaría general, no son demasiados los que apuestan por su continuidad.

La líder del PSOE andaluz es consciente de que existen amplias posibilidades de que Pedro Sánchez logre formar gobierno y que se haga fuerte en la secretaría general del partido. Estar a un lado o remar a contracorriente con toda una sentencia de los ERE en la puerta de casa no le viene bien a su futuro. Mejor ir abriendo camino y lograr un acercamiento con Ferraz, aunque está por ver qué predisposición tiene el propio Pedro Sánchez a dejarse querer por quien no hace mucho era su enemiga y qué cuentas pendientes guarda en el cajón.

Los socialistas tardarán en recuperarse del trance de la sentencia de los ERE y su bastión andaluz si cabe más. Lo bueno de este tipo de sentencias es que sitúan a cada uno en su sitio y suponen un baño de realidad para aquellos que se creen inmunes a la justicia y piensan que mirar para otro lado cuando se tiene la responsabilidad es lo que hay que hacer para que las cosas funcionen. Pueden empezar a pensar otra cosa. Se trata de no hacer nada para que continúe en pie el sistema que le permite a uno seguir donde está.