Quién te ha visto y quién te ve. La portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Inés Arrimadas, anunció el otro día su intención de cerrar «acuerdos transversales» con el Partido Popular, para concurrir juntos a las elecciones autonómicas de Cataluña, Galicia y el País Vasco. La que tras el batacazo de las elecciones de noviembre parecía la última esperanza de Ciudadanos para levantar el vuelo, aparece así, salvo que cambie de idea, como su sepulturera. Me imagino la sonrisa de oreja a oreja de los miembros del Partido Popular, viendo cómo la oveja descarriada vuelve al redil. Les falta, eso sí, la oveja o cabra más cerril, echada al monte y alzando la Vox cada vez más alto. Esa será difícil que vuelva en mucho tiempo.

Arrimadas propone como nuevo nombre conjunto Mejor Unidos, que recuerda inevitablemente al de la fusión de Podemos e Izquierda Unida. Pero, a diferencia de Unidos (o Unidas) Podemos, el centauro que pretende parir Arrimadas sería más bien la unión de la impotencia. Las siglas, MU, tampoco dan para mucho: «Mu» hacen las vacas, pero por muchos mugidos que muja esta mujer, no parece que su oferta suscite granentusiasmo. En el PP recuerdan el desprecio con el que acogieron la idea de España Suma que pregonó Pablo Casado, y aunque la memoria de los políticos sea corta, no lo es tanto como para que Casado pueda casarse ya con Arrimadas. Ella, de momento, intenta arrimar el ascua a su sardina proponiendo esa fusión a Alberto Núñez Feijóo. Pero este, como gallego, conoce mejor el pescado que se vende en su región y sabe que Ciudadanos sería un lastre que podría hundir su barco. En Galicia existe un sentimiento de identidad regional de esos que pretende barrer el jacobinismo centralista de Ciudadanos, pero al contrario que en otros sitios, el gallego no es lengua de combate y lo habla el rojo igual que el azul o el morado (por eso no hay naranjas, ni verdes).

Me dan algo de pena, tanto Ciudadanos como Arrimadas. Ese partido tuvo su momento de mérito, cuando eran los Ciutadans surgidos en Cataluña para expresar la voz casi silenciada de quienes se sentían tan catalanes como españoles. Era en esos tiempos un partido que agrupaba personas más neoliberales y otras de tendencia socialdemócrata, unidas por una visión centralista pero liberal como la que triunfa en Francia.

Por desgracia, el espejismo que sufrió Albert Rivera, su obcecación y falta de cintura, decepcionaron a casi todos sus votantes, por un motivo u otro. Algunos, desencantados y con resignación, volvieron al PP; otros, llenos de odio, se fueron a Vox. En política rige el hermoso verso de Virgilio: Audentes fortuna iuvat. La fortuna ayuda a los valientes. Y, añado, castiga a los cobardes. La otrora valiente Arrimadas se arredró por tres veces: la primera, cuando tras ganar las elecciones en Cataluña, no se presentó a la investidura como primera presidenta de la Generalitat; la segunda, cuando en lugar de quedarse defendiendo a los votantes que le dieron su confianza, se marchó a Madrid, dando la razón a los independentistas que afirman ser los únicos a quienes Cataluña les importa de verdad y no se les queda pequeña; y la tercera cuando, tras la espantada de Rivera, no convirtió en decisivos sus escaños, por pocos que fueran (como hizo Valls en Barcelona), apoyando a Sánchez y pudiendo influir en el gobierno en lugar de dejar que lo haga su odiada ERC.

Una vez perdidas todas las oportunidades que tuvieron, el destino de Ciudadanos, si un milagro (u otro dirigente) no lo impide, es acabar absorbido por el PP, el mismo partido al que hace poco veían como una antigualla a la que venían a remplazar. Y lo que diga Arrimadas, sobre Mejor Unidos (MU) o sobre cualquier otra cosa, no son sino MUgidos al viento que no interesan ya a nadie.

*Escritor.