Lo que pasó en Madrid el 4-M solo pudo sorprender a quien cree en las encuestas como ciencia exacta, a quien vive en la burbuja de la política institucional y a quien tiene pocas horas de calle. Justo las tres cosas que le ocurren al asesor áulico de Moncloa, que puede recitarte de memoria los nombres de los presidentes de EE.UU., pero no tiene ni idea de lo que pasa en los bares de Usera. Justo lo contrario que le ocurre a Miguel Ángel Rodríguez, politólogo sin la carrera de Políticas que susurra en el oído de Isabel Díaz Ayuso.

Aunque este aspecto ha influido lo suyo, es alarmantemente frívolo quedarse ahí. Las razones profundamente políticas de la catástrofe de la izquierda en Madrid tienen que ver con la definición por parte del Gobierno de un tablero de juego político liberal-nacionalista.

Cuando se dice que Ayuso ha arrasado porque se ha impuesto su ideología liberal en un momento en que la gente veía atenazada su libertad, se dice solo la mitad de la verdad. La otra mitad es que eso ha ocurrido en un contexto liberal definido por el Gobierno, y a la hora de ser liberales nadie puede ganar a los ultraliberales de siempre. Cuando el Gobierno, después del primer confinamiento obligado, hizo descansar en la «responsabilidad individual» la buena marcha de la pandemia, lo que hizo fue abrazar el liberalismo: daba igual si eras rico o pobre, si podías teletrabajar o no, si lo hacías en un despacho o en el campo, lo importante era que tuvieras cuidado y si te contagiabas la culpa era tuya. Ya advertí en este mismo espacio que ese discurso jamás puede ser el discurso de la izquierda: si compites con los liberales en ser liberal, siempre ganan ellos. 

La segunda razón por la que Ayuso ha arrasado en Madrid es porque se ha inventado el «nacionalismo madrileño». Algo de eso se ha hablado estos días, pero una vez más sin llegar a la raíz. Es evidente que la preeminencia de los nacionalismos catalán y vasco en el Gobierno de España es caldo de cultivo para reforzar el eje nacional, sobre todo cuando tienes que negociar los apoyos al Gobierno visitando presos catalanes y cuando se certifica con el PNV la independencia de facto de Euskadi. Bastante he escrito también al respecto aquí. Pero no es eso lo más importante. Lo más importante es que el sistema autonómico ha construido diecisiete nacionalismos, un contexto en el que «quien no llora, no mama», y los asesores de Ayuso han tenido la inteligencia de subirse a ese carro. Lo peor para la izquierda no es que esta decisión le haya dado tan abultada victoria al PP, sino que ha apuntalado el absoluto fracaso del sistema autonómico que esa misma izquierda parece tener como intocable. El recién inaugurado «nacionalismo madrileño» le da la puntilla a cualquier atisbo de solidaridad interterritorial, y expide el certificado de las diecisiete Españas que ya existían. 

El hecho de que haya empezado este artículo hablando de la pugna Redondo/Rodríguez, respectivamente asesores de Sánchez/Ayuso, define el tercer elemento que ha marcado el proceso electoral: el marketing frente a la política. El marketing no es un invento de la izquierda, pero a la izquierda le ha acabado gustando más que a un tonto un lápiz. Y, como ocurre con el liberalismo y el nacionalismo, nadie va a hacer mejor marketing que quien se inventó el marketing: los empresarios. No los trabajadores. 

A este cóctel explosivo le añadimos que mientras Ayuso hablaba de trabajo, trabajo y trabajo (publicitariamente, pero eso da igual), la izquierda hablaba de niñas, niños y niñes, sin que la mayoría de españoles de a pie sepa de qué van esas cosas. 

Así pues, Moncloa diseñó un tablero perfecto para que Ayuso desplegara su juego: liberalismo, nacionalismo y marketing. Y luego se puso hablar del sexo de los ángeles. ¿Qué podía ocurrir sino que arrasaran los nacionalistas de toda la vida, los liberales de toda la vida, los publicistas de toda la vida? Lo malo para la izquierda no es que Ayuso haya dado la vuelta al ciclo político, lo malo es que no tiene la menor idea de cómo salir de donde está metida. Y es fácil: abandonar el liberalismo, el nacionalismo y el marketing. Es decir: ser izquierda.

*Licenciado en CC de la Información