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a la intemperie

Fernando Valbuena

El indulto del miedo

El indulto del miedoEl Periódico

Qué les diría yo sobre este asunto que no pareciera manido? Los bachilleres de antes se acordarán de Maurín y de Nin. Los licenciados de ahora, probablemente, no. Hubo un tiempo en que quien tenía un título de bachiller tenía un tesoro. Un tesoro de sabiduría y buenas maneras… Eso era antes… Antes de tanta reforma basura y de tanto café para todos… Se acordarán, decía, de Joaquín Maurín y de Andreu Nin. Catalanes, maestros, comunistas… Comunistas de alborada. Los dos de la primera hora. Los dos visitaron el paraíso soviético y los dos acabaron abominando de Stalin. Nin, de pelo ensortijado, escapó de la URSS in extremis. Maurín, conspicuo separatista, antes. Los dos se encontraron en el POUM, o sea, el Partido Obrero de Unificación Marxista; Maurín, secretario general y Nin, secretario político. Un partido de orientación trotskista. Eran dos comunistas de esos con tendencia, antes o después, a socialistas. Algo así, y para que se hagan una idea los más jóvenes, mutatis mutandis, como los de Más País.

Pero ni el uno ni el otro tuvieron ocasión. A Maurín lo trincaron los sublevados. Nin tuvo peor suerte, lo trincaron los suyos, los otros comunistas, los estalinistas. Lo secuestraron en Barcelona y en Alcalá de Henares lo desollaron vivo. Stalin encargó la faena a dos siniestros agentes del NKVD: Alexander Orlov, el payaso listo, y Iosef Grigulévich, el payaso tonto. Orlov, por cierto, el mismo que robó el oro del Banco de España y lo puso rumbo a Moscú. Nin sigue en alguna cuneta alcalaína, dicho sea de paso, por si alguna asociación al uso estuviera interesada en recuperar lo que quedara de él después del desollamiento. Al otro, a Maurín, lo condenaron a 30 años de prisión. En 1946 fue indultado siendo Ministro de Justicia, Raimundo Fernández Cuesta. Maurín abandonó España y se estableció en Nueva York, donde moriría muchos después. Eso sí, nunca abría la puerta de casa a desconocidos; no fuera a ser que, como a Trostki, le visitara algún Héroe de la Unión Soviética (verbi gratia, Ramón Mercader).

"Solo indultan los fuertes, los débiles se indultan a sí mismos"

Aquí, como en cualquier sitio, se indulta. Inveterada y, a la par, noble costumbre. Lo malo es indultar sin razón. Y peor aún, indultar por miedo o por interés marrano (dicho sea en román paladino). Así, el mismo Alfonso VI perdonó al Cid solo cuando su miedo y su miseria moral se lo aconsejaron; solo cuando tuvo necesidad de las muy socorridas sopitas de tizona que repartía el caudillo castellano. Y como el tal rey era una piltrafa moral, en cuanto no precisó de ellas, volvióle a condenar. Lo propio de mangarrianes, con o sin corona. Pongamos por caso, Pedro Sánchez; un trapisondista de tesis doctorales al que no creo que le duela la moral. No creo tampoco que sepa quiénes eran Joaquín Maurín y Andreu Nin. Ni siquiera, quiénes eran Pompoff y Thedy, y eso que le quedan más a mano de su propio negociado...

Bien está indultar. Por misericordia, por altura de miras, por el bien de la patria o por otro cualquiera de los muchos nobles motivos que mandan indultar. Mas solo indultan los fuertes, los débiles se indultan a sí mismos. Pongamos por caso, Pedro Sánchez; un presidente de gobierno que pasa arrodillado las más de las horas del día (y de la noche). Arrodillado ante la roña separatista (y no solo). Arrodillado para mejor indultar a quienes van a seguir delinquiendo, porque a delinquir no renuncian. Es un indulto perverso; es indultar para delinquir con los indultados. Es, además, un indulto humillante para España como unidad de convivencia y para los españoles que viven dentro de la ley. Y es, para más inri, un morrocotudo dislate hacerlo con mofa de jueces y fiscales. Pero hay más. Sepa Sánchez que con los separatistas no hay negociación posible. Nos lo enseña la Historia, madre y maestra. O ellos o nosotros.

*Abogado

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