El rechazo de las feministas a la ley trans es egoísta, con perdón. La igualdad de la ministra Irene Montero no se refería solo a la igualdad entre hombres y mujeres, exclusivamente, sino a la igualdad entre hombres, mujeres y cualquier persona que sea considerada inferior por su identidad sexual, sea cual sea. El error de las feministas ha sido creer que se trataba solo de ellas.

Pero algo deberían haber sospechado cuando la ministra empezó a hablar de las personas racializadas, por ejemplo, ese feo eufemismo (peor que nigger para la corrección política americana, solo que racializar es feo de fealdad, no de corrección política). ¿Ya no era solo, o no lo más importante, la igualdad entre hombre y mujer? La ley trans, ahora aprobada (su recorrido legislativo será protocolario, sin piedras), prueba que no era al menos la prioridad. Y algo más: que las feministas (no el feminismo, que huye de las feministas, institucionalizado) están entre los demás colectivos, uno más, que la ministra Montero tiene en sus proyectos de igualdad. Ninguna preferencia.

Ha hecho falta esperar a esta ley para entender que el Ministerio de Igualdad no se creó para corregir la desigualdad entre hombres y mujeres, es decir, ad hoc. O que se creó con el propósito de llevar la igualdad más allá de la igualdad convencional, mejor. Así, según la ley trans, la igualdad debe ser también entre el hombre y la mujer que no se sienten ni hombre ni mujer. ¿Tampoco sospecharon nada las feministas cuando la ministra abandonó el uso de “todos y todas” a cambio de “todes”? No se trataba de un neologismo más para referirse a la igualdad de hombres y mujeres sin necesidad de recurrir al consabido desdoblamiento. Es que la ministra Montero no estaba pensando entonces en la igualdad entre hombres y mujeres, sino en la igualdad trans.

Tienen razón las feministas al decir que así se desvirtúa la realidad de hombres y mujeres, ya que ser mujer o ser hombre deja de ser un hecho biológico para convertirse en una decisión cultural gracias a un trámite burocrático. Pero lo dicen para atacar la política de igualdad trans, que a su vez desvirtúa la desigualdad real entre hombres y mujeres. O sea, interesadamente. Pero legítimamente. Solo les falta añadir (y esto duele) que la posibilidad de cambiar en el DNI el apartado sexo, eligiendo identidad sexual, no supone el reconocimiento de un hecho biológico.

Y que la igualdad siga tratando solo de ellas.

*Funcionario