Hay una serie de términos comodín que se utilizan políticamente como objetivos inmutables de la humanidad. Funcionan como un deus ex machina, dejando con un halo de mitificación. Se invocan como el que defiende derechos humanos, nadie puede pensar en oponerse. Y aquí (de nuevo), no busquen siglas ni colores; aunque cada uno tiene los suyos, es normal incluso que coincidan en muchos. No hablamos de chuletones y punto de la carne (un punto menos). 

La economía verde es uno de ellos. La digitalización es otro. ¿y qué gobierno sensato (es decir, que espera volver a ganar) no ha hablado de emprendimiento? No significa que, de facto, estos términos estén exentos de contenido real o no sean de veras metas a conseguir. No. Es la declamación política la que se realiza pensando más en el continente que el contenido: me vale con decir que busco esto, aunque las medidas que propongo ni siquiera muestren que he entendido su razón de ser. De hecho, en muchos de estos propósitos agendas se tardan décadas en avanzar, llegando en ocasiones a ser frenados por legislaciones contradictorias. Lo dicho: un mero «comodín» publicitario.

El Gobierno ha circularizado, a bombo y platillo, que el consejo de ministros ha aprobado esta semana el anteproyecto de la «Ley de Startups». Un antiguo deseo que, en este caso, era compartido por inversores y políticos porque la realidad es que el emprendimiento en España es un larriano penar. Es innegable que brilla más hablar de «startups», «aceleradoras», «economía digital» que enfangarse en la dura realidad de pymes y autónomos ahogados por la pandemia… y por la presión de las propias administraciones públicas, que otorgan créditos para repagar cuotas sociales y fiscales. Dónde va a parar.  

Antes de entrar en la incongruencia de la norma, que viene lastrada porque la finalidad política es cosmética no una verdadera regulación que favorezca la creación de empresas, detengámonos un poco en el hecho de que nazca esta norma. Si se le dedica tiempos y recursos a regular una actividad económica privada es básicamente por dos razones: una, ya hay un caldo de cultivo de personas cubriendo esa actividad; y, dos, porque los poderes públicos consideran que necesita un marco legal adecuado (en no pocas ocasiones, simplemente para establecer tributos). La tendencia muestra que varios gobiernos son los que han animado públicamente a emprender y de ahí, supuestamente, nace esta nueva ley.

"Emprender, crear una empresa, no es sólo tener una buena idea. No son las fotos de jóvenes sonrientes con portátiles detrás"

Pero el emprendimiento es realmente un proceso largo y costoso. Donde no sólo habrá recursos financieros en juego. Es curioso que estas normas se originen en estamentos funcionariales, donde la comprensión del inversor está lejana (y ahora lo verán). Ocurre que esa forma de animar a los jóvenes, incluso si fuera bienintencionada, es peligrosa. Emprender, crear una empresa, no es sólo tener una buena idea. No son las fotos de jóvenes sonrientes con portátiles detrás. No es un ecosistema cool con un bonito coworking. Emprender es riesgo y responsabilidad (muchas veces contra esas administraciones que parecen jalear estas iniciativas). Sin duda es un camino interesante y no pocas gratificantes. Pero es duro, muy duro. Y no es para todos. No se debe recomendar como si fuera una frase de «Mr. Wonderful» o un post inspirador. No en vano los beneficios, en las empresas, muchas veces son un accidente. 

Cuando tienes a alguien publicitando por encima del contenido se llega a normas como la presentada. Por ejemplo, la novedad fiscal estrella de la ley es conceder una rebaja en el impuesto de sociedades de 10 puntos en los primeros cuatro años de actividad. Pero es realmente difícil que una empresa de nueva creación, en los sectores que cubre la ley, llegue a tener beneficios en sus primeros años de actividad. Rebajas pagar a quien tiene pérdidas. Sin embargo, no hay una sola rebaja en cuotas sociales o IRPF. ¿Por qué? Porque saben que éstas sí que las van a tener que pagar y que los beneficios, como recaudación fiscal, son marginales.

Lo realmente sorprendente es que los socios fundadores que se hayan beneficiado en una empresa de esta y otras medidas no podrán hacerlo en más empresas emergentes. Debe ser algo así tan democrático como «una persona, un voto». Solo puedes montar una empresa beneficiada. Como si no existieran los emprendedores en serie que, además, son los que ayudan a muchos a ser socios en nuevos proyectos.

Porque lo importante no es emprender. No. Es que podamos hablar de la «nación emprendedora». Por ley.

*Abogado, experto en finanzas