La deslealtad cotiza alto en España. Esto no es nada nuevo. Pero el premio que se concede a secesionistas, separatistas, nacionalistas y filoterroristas es cada vez de mayor entidad. Ahora, Sánchez, destapando las esencias de aquel federalismo asimétrico que proponía Zapatero, aspira a instaurar una España multinivel. El presidente del gobierno se revela, así, como un ferviente defensor de la desigualdad entre ciudadanos en función de la región española que habiten. Porque esa apuesta por la multiplicidad de niveles situará a unas regiones en la cumbre del país, reservando para otras las catacumbas de la nación. Y a nadie le cabe duda de que Sánchez acomodará en la cúspide a aquellos que transgreden normas y leyes, que atentan contra el espíritu de la Constitución y que empeñan todos sus esfuerzos en fragmentar España. 

Los españoles que no reniegan de su pertenencia a la nación, que cumplen con el ordenamiento jurídico y que no se burlan de las instituciones y los tribunales de justicia tienen reservado ya otro espacio nada fastuoso en esa España multinivel de Sánchez. Porque, a estas alturas, quedan pocos tan ingenuos como para creer esa milonga de que se van a tratar de reducir las diferencias históricas que arrastran ciertas comunidades autónomas o a ofrecer nuevas oportunidades a las regiones tradicionalmente más desfavorecidas. Todo el mundo sabe que la España multinivel solo favorecerá a Cataluña y al País Vasco. En su huída hacia adelante, a Sánchez no le ha temblado el pulso a la hora de sacrificar a algunos de sus peones cuando las circunstancias no le han sido propicias. Y se ha desprendido hasta de aquellos que le allanaron el camino hacia el palacio presidencial sin inmutarse. Por lo que podemos tener la certeza de que, si ha de incendiar el tablero de juego para permanecer en La Moncloa, si ha de liquidar la nación para no ser removido del poder, si ha de condenar a millones de españoles a ahogarse en una ciénaga, no dudará en hacer todo aquello que sea necesario para mantener los apoyos parlamentarios que le brinden su supervivencia política. Lo que uno aún no se acaba de explicar es cómo algunos viejos socialistas, de esos a los que se le llenaba la boca con la palabra igualdad, pueden seguir militando en el PSOE sanchista. Se ve que, a pesar de sus discursos, creen, como Sánchez, que los extremeños debemos seguir viajando en burro, mientras que vascos y catalanes tienen derecho a hacerlo hasta en un transbordador espacial si se tercia.

*Diplomado en Magisterio