Aquello de que la política hace extraños compañeros de cama ya lo sabíamos. Estaba interiorizado, como decimos ahora. Aunque la (acertada) cita parece venir de una frase de ‘La tempestad’ de Shakeaspeare que dice algo así como que es la necesidad la que nos fuerza a compartir lecho. Tenía tino el bardo.

La iconografía de la reunión Andalucía-Comunidad Valenciana demuestra que, en este país, el modelo federal ha funcionado a la perfección, aunque muchos sigan queriendo negar la mayor. Un presidente socialista, Puig, y un presidente popular, Moreno, se coaligan para hacer frente común en Madrid, importunando los intereses de sus respectivas direcciones nacionales de partido, sin distinción. Unos, porque tienen la patata caliente de la financiación autonómica en medio de su legislatura. Los otros, porque cada día se acrecientan las opciones de enfrentarla a la siguiente. Todo en aras del más legítimo de sus intereses: el propio.

El falsario «café para todos» autonómico nos ha conducido a un sistema de financiación caducado desde 2014, que no satisface a nadie por completo y lleva a todos los líderes regionales a proclamarse «infrafinanciados». Y cara a la próxima negociación, todos quieren marcar posición. Por eso, andaluces y valencianos crean un eje común que basa sus pretensiones en ser comunidades especialmente pobladas. Es innegable que el parámetro de la población como factor de ponderación tiene sentido. 

Por eso surge como respuesta la «entente» de la España despoblada (al pobre Sergio del Molino le han arrebatado, vulgarizado y pervertido su «España vacía») que aúna a las dos Castillas, Asturias, Galicia y Extremadura. Este bloque cree que la ponderación debe hacerse en función del concepto de población ajustada. El fundamento básico es simple: la dispersión de población y la mezcla de un mayor número de núcleos urbanos y rurales suponen todo un reto financiero. Son, al igual que el caso anterior, razones de peso.

Pero, como casi siempre, el diablo está en los detalles. De lo que todos callan. Primero, que no habrá un reparto igualitario nunca si persisten los sistemas privilegiados de País Vasco y Navarra y las presiones (con aritmética parlamentaria) desde Cataluña. Segundo, que un principio de la financiación autonómica es la corresponsabilidad fiscal. Que cada uno gaste a partir de lo que ingresa. El debate, en cambio, está en que todos hablan de recibir como un «complemento», sin conocer el destino y aplicación en el uso de la financiación. A veces parecemos asumir con ligereza que el gasto público no debe ser productivo, cuando por naturaleza debiera ser específicamente así. 

Es difícil comparar la densidad de población y tipología de pueblos ciudades de Extremadura con Galicia y Asturias. Pueden existir circunstancias comunes pero no compartimos problemas en la financiación. Sin embargo, estamos compartiendo barco, más por conveniencia política que por convicción. Hace tiempo que nuestra clase política parece haber renunciado a tener una voz nacional propia; o, al menos, a usarla sin incomodar al líder nacional de turno.  

Extremadura, sé que suena mal decirlo, no tiene un grave problema de financiación. Lo tiene especialmente en la generación de ingresos. Y, sobre todo, en el uso endémico de los recursos. Ser una amplia extensión de terreno, con escasos núcleos urbanos y distancias entre poblaciones no es un problema sino una característica. Como región receptora de fondos no hemos conseguido ni aumentar población ni ampliar tejido empresarial. Es hora de repensar estrategias de región.

La apuesta siempre pasa por los grandes nudos de comunicaciones y transporte. Por la más que justa reivindicación del tren. Pero no es excluyente con dotar de infraestructuras de futuro y entender nuestra geografía. ¿O es que acaso vamos a poner una estación de alta velocidad en cada pueblo? ¿O abrir fábricas en poblaciones de menos de 5.000 habitantes?

Extremadura puede apostar por el futuro digital, favoreciendo la conectividad en cada esquina de la comunidad y entrar en la promoción del trabajo en remoto, en entornos baratos y con buena calidad de vida. En su capacidad de generación energética y hacer «palanca» fiscal fuera para abaratar impuestos aquí. Es el camino, no un pretexto.

*Abogado, experto en finanzas