Las palabras son juguetonas y si las dejas a su aire se convierten en pequeñas Alicias deambulando por el país de las maravillas. Si probamos a jugar con ellas, con las palabras- alicia, enseguida nos damos cuenta que son pomos que abren puertas y ventanas. Las palabras también pueden llegar a ser piedras que alguien nos lanza y el día entonces pasa a tener el color del agua sucia, de un charco o una patada. ¡Pobre Monfragüe!

Sí, el día que alguien nos lanza piedras, las horas dejan de ser redondas, se nublan, se embriagan de tristeza e incomodidad precisamente porque la palabra lanzada como una piedra ha impactado fuertemente en el patio del dolor arrasando los columpios donde uno tranquilamente jugaba a encadenar palabras mansas. 

Por suerte las palabras también son puentes y unen sensibilidades allende los mares y parques. En cada libro que voy leyendo descubro palabras nuevas, palabras-alicia que reblandecen el mundo con la intención de hacerlo más habitable. Descubro palabras brunas, quemadas; palabras necesitadas de euritmia, pero sobre todo se revelan ante mí palabras que ensanchan el tiempo y las avenidas del entendimiento; palabras carnosas, suculentas, descansadas en el hombro de la santa paciencia. 

Desde hace un tiempo, en concreto desde que el Covid nos confinó en la intimidad de nuestras casas, voy buscando palabras que ayuden a traspasar los límites de cualquier enunciado, opinión o creencia. He leído que el presidente del gobierno de Extremadura, Guillermo Fernández Vara revalidará su liderazgo al frente del PSOE, y esto es en un tiempo en el que se nos pide desde la filosofía y las humanidades que cambiemos de una vez; que cambiemos los preceptos económicos, los valores y que cambiemos con premura a los políticos. El traje les queda pequeño. Supongo que a Monago le llama el ego por el mismo camino. Se confirma por tanto que los políticos, sean del color que sean, no se cansan de imitar al sol, el astro que recorre incansablemente su carrera.

Bien, pues si ambos líderes desean iluminarnos de manera infatigable ¿quiénes somos nosotros para convencerles de lo contrario? ¿verdad?

Deberían leer nuestros protagonistas y en general cualquier dirigente con ansias de perpetuidad, el Ensayo sobre la espera para poder así valorar nuestro aguante y mansedumbre, la serenidad y estoicismo con que toleramos la tardanza con la que ejecutan sus compromisos electorales. Debe ser que nos juzgan con ignorancia pues el mundo de hoy requiere con urgencia rostros más frescos, inéditos, gestores flamantes y hábiles; ímpetus acordes con los retos actuales.

Se confirma que los políticos, sean del color que sean, no se cansan de imitar al sol, el astro que recorre incansablemente su carrera

Independientemente de las debilidades y/o fortalezas mostradas en las sucesivas legislaturas por ambos líderes, lo cierto es que hace falta aire, que dejen salir a la superficie renovadas fibras de sus respectivos equipos, por muy tenso o pujante que ellos crean tener el pulso. No es otra cosa que vanidad y con toda seguridad se sienten predestinados a ejercer su particular soberanía en el reino de Liquidambar. Y allí permanecen, varados. 

Mientras tanto, los habitantes de Liquidambar parecen vegetar olvidando, viviendo en modo apagado. En Liquidambar ya no esperan un tren digno, los viajeros se conservan en el formol del olvido y la pereza burocrática. Parece no importar demasiado que Vara haya perdido en el anden de objetos perdidos la brújula de los privilegios y entre tanto bulto de maletas y equipajes de mentiras le cuesta descifrar el camino para orientarnos. 

Ahora un nuevo desastre se cierne sobre Extremadura con los vertidos que asfixian las aguas del Tajo. Tal cuota alcanza el escándalo que ha nacido la Asociación Amigos de Monfragüe para ver si con la movilización de mañana domingo en Serradilla consiguen sacar a Vara de su trono en Liquidambar.

Me apena ver al amigo Francisco Castañares buscando palabras verdosas, punzantes, chirriantes, palabras incendiadas, quemadas, que vuelvan la mirada del mundo sobre el bosque encantado más valioso del planeta. El guardián de la floresta nos grita que se muere. 

* Periodista