Los miércoles salgo a tirar la basura. Llueva, truene o no tenga basura que tirar. Este miércoles, mientras abría el contenedor, me encontré con un cd mordido, roto e incompleto en el suelo: fotos de Egipto, decía. Pensé en ti y en la cantidad de fotos que nos quedaron por vivir. Tiré la basura. Y sonreí. Sigo sin reciclar como tú me enseñaste. Mantengo intacta mi incapacidad para separar el vidrio del cartón, lo orgánico del papel. 

Volví a sonreír. 

-Esta guerra te la he ganado, jódete.

«Será la única», me contesté. Y así voy por la vida, reflexionando: tengo más cosas tuyas que mías y no logró recordar el momento en el que empecé a creer que de esta manera podría ganar todos los Egiptos contigo. Y me dejé convencer cada vez que sonreías. ¿Quién podría no hacerlo? 

En Julio Cobos, entrenador del Cacereño, siento esas ganas de querer ganar a toda costa; sabiéndose roto, como el cd de fotos. Veo en él ese sentimiento inagotable y absurdo con el que tratas de convencer al primer amor que puedes ser mil individuos dentro de un mismo cuerpo con tal de que te hagan un poco de caso.

De intentarlo de todas las maneras: con trivote, con defensa de cinco, con dos extremos, con un dibujo asimétrico… adaptándote al rival, al escenario y las circunstancias.

-Y no sé si termina de ser del todo él.

-No eres tú, soy yo.

Salgo a tirar la basura y, de camino a casa, ya no sé si hay mayor error que entender cada miércoles que sí, que era yo el que se olvidó de cómo ser.

*Periodista