El pasado jueves en Cáceres se entregaron los premios PYME de la Cámara de Comercio y los allí presentes pudimos escuchar cómo el presidente de la Junta de Extremadura señalaba que ha llegado el momento de la sociedad civil; que hubo un tiempo en que la Junta de Extremadura iba por delante porque todo estaba por hacer, pero que ahora el protagonismo debía ser de la gente y, en el caso concreto del empleo y de la riqueza, de los empresarios, de esa masa de emprendedores de segunda y tercera generación que han decidido crear riqueza y puestos de trabajo apostando por esta región. Guillermo Fernández Vara expresó que el éxito de Extremadura no era propio sino de sus habitantes y que la Junta estaba para acompañar, que su misión en definitiva estaba clara:agilizar los trámites administrativos para que cualquier empresa tarde lo menos posible en empezar su andadura y así atraer capital inversor foráneo que permita generar riqueza y crear aún más puestos de trabajo. En su opinión, así se fija población, se pueden recaudar más impuestos y dar sostenibilidad a esta tierra con servicios de primer nivel.

Escuchando al presidente el jueves recordé ese otro discurso de Ibarra cuando decía aquello de que al llegar él a la Junta la empresa más importante que tuvo que inaugurar fue un concesionario de coches en Mérida porque estaba todo por hacer o que los padres extremeños ayudaban a sus hijos a comprarse un piso sin problemas pero cuando era para montar una empresa les decían;que te dé una subvención la Junta. 

Es verdad que hemos cambiado como consecuencia del tiempo transcurrido y también de la formación de nuestra gente, en gran medida con estudios universitarios gracias a la creación y expansión de nuestra Universidad, pero va a costar un tiempo llegar a que ‘papá y mamá Junta’ no figuren en el imaginario colectivo. Esta Comunidad, creada prácticamente ayer, en 1983 con la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía, se ha sustentado sobre la columna vertebral de la Junta de Extremadura. El poder Ejecutivo lo ha sido todo, tanto que nuestro poder legislativo, la Asamblea de Extremadura, ha pasado desapercibida en muchas ocasiones también porque las mayorías absolutas del PSOE han propiciado un poder sin contestación. En demasiadas ocasiones lo que se ha creado en esta región ha tenido de una u otra manera el impulso o el sostén de la Junta de Extremadura con todo lo que ello implica. Por ello, si como dice Fernández Vara, ha llegado el momento de cambiar de modelo, si estos casi 30 años han servido para dejar atrás la tutela del poder, si nuestra sociedad ha madurado lo suficiente y ha llegado la hora de coger las riendas y fraguar nuestro destino, bienvenido sea.

"Va a costar aún un tiempo llegar a que ‘papá y mamá Junta’ no figuren en el imaginario colectivo"

Extremadura tiene una oportunidad de oro para cambiar las cosas. Vara lo dijo el jueves y es verdad: la crisis del covid ha traído implícita una deslocalización de las empresas emergentes y su emplazamiento no depende ya tanto del sitio como de que tenga energía disponible, agua suficiente e infraestructuras de transporte modernas. Aquí, gracias a la potencia fotovoltaica instalada, la más alta del país, hay energía de sobra, lo mismo que agua. Nos faltan infraestructuras y mientras no lleguen seguiremos con una pata quebrada. Pero qué duda cabe que esta región tiene todos los mimbres para afrontar el futuro. Está claro que si queremos luchar por Extremadura necesitamos más habitantes y para ello se requiere de más empresas que proporcionen nuevos puestos de trabajo, pero igualmente si queremos fijar población y que le gente nuestra no se nos vaya tiene que haber emprendedores locales que, a su vez, creen iniciativas y den un medio de vida a la gente. Eso o que la Junta amplíe su tutela y así sigamos por los siglos de los siglos, amén.