El tenista francés Benoit Paire ha publicado un tuit que dice: «Por culpa del covid tengo mocos, pero por culpa de todas estas cuarentenas pasadas en una habitación de hotel al otro lado del mundo, no me siento bien mentalmente». Afirma que lo ha pasado más de 200 veces y pone el foco de nuevo en la salud mental. Porque con el covid, se ha vuelto a priorizar la salud física.

Lo que digo, que nadie me malinterprete, es que la una no debería desligarse de la otra y que los protocolos deberían revisarse porque todos nos acordamos de lo duro que fue el confinamiento y una cuarentena es un confinamiento, en pequeña medida sí, pero cuando ya se ha pasado uno, vuelven los fantasmas y tener que estar encerrados en una habitación las 24 horas del día no es fácil.

Y si no lo es para un adulto, menos para un niño. Generalizar nunca es bueno y en esto del covid, parece que con los protocolos se va siempre improvisando. No deberían aplicarse las mismas medidas para un niño que para un adulto porque su madurez, su independencia y su capacidad de entender lo que está sucediendo y lo que debería hacer cuando está contagiado no son las mismas.

Ya hemos visto que, con un gran número de adultos vacunados, el covid se trasladó a la población infantil, de ahí que se decidiera iniciar la vacunación. Pero, ¿se imaginan a un niño de 4, 6, 8 o 10 años encerrado en una habitación durante una semana o diez días?

Da la sensación de que quien marca los protocolos no tiene hijos o se ha olvidado de la empatía. El covid puede ser grave, sí, puede llevar al hospital y a la muerte, pero lo primero que un niño hará cuando le digas que tiene que estar encerrado y que le vas a pasar la comida casi por debajo de la puerta como si fuera un preso es echarse a llorar a moco tendido y lo segundo, pedirte un abrazo.

Ningún padre se lo va a negar y lo que hará es tomar la decisión de, si hay que contagiarse, pasar la enfermedad juntos y que pase lo que tenga que pasar. 

Pero además, me pregunto por qué una persona, niño o adulto, que realiza una cuarentena, no puede montarse en su coche y salir al campo a pasear o simplemente tomar el sol. En Extremadura, no hay pueblo o ciudad donde no haya una porción de campo para hacerlo.

En suma, las imposiciones de las autoridades sanitarias no deberían ser una para todos y salud física y mental forman un tándem indisoluble.

*Periodista