Caín en Madrid

El espíritu de Caín sobrevuela Madrid para que Ayuso muera de éxito o Casado de fracaso. Desde la victoria aplastante, ha mutado en enemiga y provocado conjuras de necios. Hoy a la desesperada van. Y a saber si ella se ha hecho el harakiri al convertir de golpe las hostilidades privadas en públicas -¡acuérdate de Cifuentes!-, oiría en su cabeza, en lugar de -¡recuerda que solo eres una mujer!- o él ha montado su propio cadalso con la extorsión.

¿Ambos son unos niñatos egoístas sin formación ni patriotismo para los que la política es un juego de ambiciones? ¿Hay una arpía y un bendito o es al contrario? La izquierda toda ríe satisfecha de la nueva entrega de espías y corruptelas. La derecha moderada contempla como una tragedia lo que es una tragedia y acumula desprecio para aquellos en los que un día creyó mucho o aunque fuera solo un poquito. La pregunta es si quedará algo del PP, renacerá Ciudadanos o el cetro se lo llevará Vox.

También están los que apoyan a gritos a la lideresa, acuden a Génova a vocear fracasado a Casado y que se vaya ya porque ella tiene la calle y los votos y él solo los pasillos y los despachos. Y por otro lado, los que se manifiestan en sordina y en redes y loan la ¡prudencia! del líder, ya por convencimiento ya por sugerencia de Casero que ha mejorado rápidamente su competencia digital. Malo para España, malo para Vox, dice Abascal para desmentir que es el principal beneficiario del cainismo popular. Yo no hablo de los otros partidos, dice Sánchez con gesto magnánimo y a continuación sugiere que toda la movida oculta la corrupción de la presidenta. Tráfico de influencias, cohecho, de todo, dice Más Madrid que aporta como prueba incuestionable unos anónimos sin más. Y mientras Almeida niega el espionaje, dimite Carromero.

Para la ciudadanía conservadora, harta de este gobierno y sus cambalaches, esto no es una serie divertida, sino una afrenta irreparable, asesina de su esperanza. Aunque se consuele con memes y chistes. Pues la tragedia es pródiga en lances y personajes grotescos, no queda sino reírse. 

* Profesora