Opinión | Espectráculo

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Hoy, a las doce del mediodía, se presentará en la librería madrileña Enclave de Libros el poemario 'Tanto es así'

Hoy, a las doce del mediodía, Antonio Méndez Rubio (Fuente del Arco, 1967) presentará en la librería madrileña Enclave de Libros, su último poemario, Tanto es así, publicado por Vaso Roto. Hace poco, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura tuvo el acierto de publicar ¿Un lugar sin lugar? La poesía de Antonio Méndez Rubio, estudio de Raúl Molina, originalmente una tesis presentada en 2014 en la Universidad Autónoma de Barcelona. Un reconocimiento entre los expertos que, sin embargo, me parece que aún no tiene un eco correspondiente entre los lectores de su región. Recuerdo mi sorpresa, cuando una profesora de secundaria, y que además se las da de poeta, me confesó que no había leído nada de Méndez Rubio. No debería haberme sorprendido: lo más habitual entre los profesores de secundaria es que no se salgan de las lecturas del currículo; cada vez es más habitual que haya poetas que solo leen a sus amigos.

Es verdad que la lectura de Méndez Rubio exige un recogimiento y una dedicación cada vez más raros en estos tiempos de distracción por mil estímulos superficiales. Como dice Nacho Escuín, en el prólogo a la excelente antología de la obra del poeta pacense, titulada Hacia lo violento, publicada hace poco por Huerga y Fierro, se trata de “un poeta contenido en las palabras y silencios e infatigable”. Una contención que, si nos acostumbramos a atender, nos abrirá un mundo poético propio, donde suena “la canción de las hierbas amarillas”, una poética de la sobriedad que, a pesar de que Méndez Rubio resida desde hace muchos años en Valencia (en cuya universidad es profesor), puede leerse bien con el trasfondo del paisaje de sus orígenes, esa Campiña Sur donde cada árbol y cada golpe de brisa cuenta, y donde “la pregunta por la luz” es inexcusable.

Recuerdo mi sorpresa, cuando una profesora de secundaria, y que además se las da de poeta, me confesó que no había leído nada de Méndez Rubio

Tanto es así está compuesto por cinco secciones: en las dos primeras, para mí las más logradas, “Desde ahora” y “A pulso” (esta segunda formada por poemas en prosa, forma poco habitual en el autor), se enuncian a la vez el amor y la escritura como dos misterios insondables que han de tratarse siempre “de tú a tú”, formando “un lugar para amar” consciente de la precariedad de las palabras bajo la avalancha de la información, y sin embargo con fe en que aún pueda haber “palabras / caídas de la alegría del mundo” que “van a cuidar de ti / como hicieron conmigo”, si logramos verlas en el sentido prístino, originario y sencillo que adquieren en esos poemas bordeados de silencios, y que se enuncian soñando con una “voz que no existe” o se entregan como obsequio al tú, afirmando que “no escribo, te leo los labios. Por una vez, todo lo que hay de libre en mi destino es para que tú lo pidas”. Hay también poemas que son homenajes, como el tan bello como desgarrador (“responde por ti un futuro sin presente que se imagina vivo súbitamente”) dirigido a Pedro Montealegre (1975-2015), poeta chileno que residió por una década en Valencia, y cuyo suicidio truncó una obra valiosa que combinaba riesgo verbal con denuncia política.

La tercera y cuartas secciones, tienen algo de ejercicios de estilo: “Bosquimanía” nos ofrece un recorrido geográfico e histórico por bosques desde Estados Unidos a República Checa, pasando por Francia, desde los finales revolucionarios del siglo XVIII a la actualidad, pasando por Terezin y el recuerdo del Holocausto. Por su parte, “Alfabeto o baraja” viene con el pie forzado del orden alfabético, desde “Adivinanza” a “Yacente tú”, y se vuelve al principio con “Diván de A”, poema de una extensión infrecuente en el autor. El colofón, sin embargo, es inconfundible: “Respira. / ¿Te acuerdas de respirar? / Si no es despacio no / vengas”. Una poesía a la que no se llega rápido pero, una vez conocida, se convierte en un lugar al que volver. 

*Escritor

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