La columna

Pactar con maltratadores

Vivimos en un país donde se producen estos pactos que normalizan la violencia de género a la vez que una justicia condena a una víctima

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

El pacto del PP con Vox en Valencia ha incluido que el líder de la formación de ultraderecha, Carlos Flores, vaya en la lista electoral de su grupo al Congreso de los Diputados. Flores tiene una condena por violencia de género del año 2002. He escuchado decir que eran «peleas de pareja», aunque una sentencia indique lo contrario y confirme un «delito de violencia psíquica habitual y 21 faltas de coacciones, injurias y vejaciones» contra su expareja, a la que llamaba «ladrona», «secuestradora de niños», «puta», «te voy a estar jodiendo toda la vida hasta que te mueras y acabe contigo». Situaciones también vividas por sus hijos.

Quienes sostienen que hace mucho de aquel delito, recuerdo que la reinserción debería pasar por un cambio de pensamiento sobre el comportamiento cometido. Flores, recuerdo, va en las listas de un partido que desde su fundación llevaba en el programa electoral suprimir la ley de Violencia de Género. El mismo partido que niega la violencia sistémica hacia las mujeres y que ha hablado durante años de «chiringuitos feministas». El mismo partido que niega minutos de silencio a sus víctimas. Y el mismo partido que no forma parte del pacto de Estado contra la Violencia de Género, donde sí está el PP. Y, por lo tanto, es incongruente condenar por un lado y tolerar por otro. Y como Flores está en Vox, se deduce que de pensamiento, a pesar de la condena, no ha cambiado mucho. Y se supone que este partido toma ya decisiones que afectan a la vida de muchas mujeres.

Por ejemplo, en los pactos con Vox están preocupados por el tema del aborto y las políticas de natalidad. Pensarán que las mujeres solo servimos para parir. Porque claro, no les cabe que haya mujeres que no puedan o que no quieran ser madres. Y a eso se reduce sus políticas para mujeres, ausentes de la violencia estructural, la conciliación o la brecha salarial. 

Dice Borja Sémper que «más importante que la denominación de las cosas» es «no dar ni un paso atrás». Por supuesto, pero es que no llamar a las cosas por su nombre ya es un paso atrás. Conceptualizar es politizar, que decía Amorós, luego si conceptualizas mal, desarrollas mal las políticas y pasas a las víctimas a ser de segunda. Porque de la misma forma que no es igual «terrorismo etarra» que «terrorismo yihadista», porque sus causas y soluciones son diferentes, no es igual violencia intrafamiliar que violencia de género. 

Vivimos en un país donde se producen estos pactos que normalizan la violencia de género a la vez que una justicia condena a una víctima. Así le ha ocurrido a una mujer después de que su pareja reconozca que la pegó pero ella, por miedo, dijo que se tropezó. A pesar de que la resolución judicial indica que «no es cierto y entra en contradicción con el resto de diligencia». Los maltratadores deben aplaudir ante todo lo que ven: condenados que no se detienen (como el Yoyas), maltratadores que convencen a sus maltratadas y condenados con alfombra roja en las instituciones. Tanta tolerancia a ellos deja en evidencia la sociedad que tenemos. 

*Periodista 

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