Nueva sociedad, nueva política

Izquierda hundida

El resultado del 23-J coloca al pensamiento de izquierdas ante un escenario desolador

Izquierda hundida.

Izquierda hundida. / El Periódico

Enrique Pérez Romero

Enrique Pérez Romero

Como era de prever, el resultado electoral del 23-J coloca al pensamiento político de izquierdas ante un escenario desolador. Un desierto por cuyas arenas habrá de realizarse una dura travesía. 

En primer lugar, los dos grandes partidos autodenominados de «izquierdas» han llevado a cabo durante cinco años políticas de derechas o, como mínimo, radicalmente liberales: una reforma laboral en la que se mantiene el abaratamiento del despido (principal rémora para los trabajadores); una amplia gama de ayudas públicas sin discriminación de renta (aumentando así la desigualdad); una asunción acrítica del incremento del gasto militar por mandato de la OTAN (alejándose del pacifismo y de la soberanía española); la aceptación de exigencias nacionalistas que representan a las burguesías vasca y catalana (rompiendo, más de lo que estaba, la solidaridad entre regiones); la renuncia a eliminar los inconstitucionales privilegios de la Iglesia Católica; la vergonzante pleitesía a la corrupta institución monárquica; y, en fin, su contribución a la quiebra de lo poco que quedaba de la unidad de la clase obrera, fragmentada ahora en todo tipo de identidades (generacionales, sexuales, nacionales, etc., etc.). El triunfo del individualismo más atroz, que impide priorizar la cuestión de clase social, es decir, lo que define a la izquierda y la diferencia de la derecha. 

En segundo lugar, esas dos grandes organizaciones han ido mutando su categoría de partidos nacionales en una amalgama de grupúsculos. Esta estructura, además de debilitarlos políticamente como partidos, profundiza en la división de la clase trabajadora y refuerza la descomposición de España. El caso de Sumar es paradigmático: un acuerdo temporal de dieciséis grupos, algunos de los cuales defienden abiertamente la independencia de sus territorios, como por ejemplo Izquierda Asturiana, cuya web ni siquiera puede leerse en castellano. Casi el 80% de los votos de Sumar proviene de esos partidos, y gracias a ellos logró el discreto 12% del 23-J, ya que en regiones sin nacionalismo su relevancia fue mínima (La Rioja, 6,53%; Extremadura, 6,84%; Castilla y León, 6,99%). En el PSOE tienen peso creciente el Partido Socialista de Cataluña (PSC) y el Partido Socialista de Euskadi (PSE), organizaciones autónomas que priorizan el interés de sus territorios, y que el 23-J supusieron casi el 20% de todo el voto del partido. Como ya adelanté en mi análisis postelectoral del pasado 23J, es precisamente el sesgo nacionalista periférico lo que ha sostenido, a duras penas, a PSOE y Sumar. 

Década tras década, la política de izquierdas se parece más a la política de derechas

En tercer lugar, estos dos grandes partidos, aun a costa (o precisamente por eso) de desideologizarse para adaptarse a la hegemonía liberal y de dejarse llevar por la inercia centrífuga del sistema político español, no han logrado recuperar las expectativas electorales de los años 80 y 90, ni siquiera los buenos resultados de hace ocho años tras la ruptura del bipartidismo. Sumar se ha quedado a la mitad del 24,36% que cosecharon en 2015 Podemos e IU, y solo ha obtenido un 1,54% más que el Partido Comunista de España (PCE) en 1979, o un 1,77% más que la IU de Anguita en 1996. En el PSOE, Pedro Sánchez —que puede presumir de los peores resultados de la historia del partido entre 2015 y 2023— ha mejorado por menos de 300.000 votos su resultado de abril de 2019, y se queda a 2.366.422 del mejor González y a 3.528.365 del mejor Zapatero. El 44,01% de la suma de PSOE y Sumar es inferior al 46,36% de 2015, aún peor que el 47,64% de 2008, más lejano del 48,33% de 1993 y lejísimos del aparentemente inalcanzable 52,13% de 1982. 

Década tras década, la política de izquierdas se parece más a la política de derechas. Década tras década, los grandes partidos nacionales socialista y comunista se resquebrajan en pequeñas formaciones de ámbito regional. Década tras década se produce un deterioro representativo de las organizaciones que se autodenominan de izquierdas, sufriendo para sobrevivir electoralmente y haciéndolo solo gracias a los errores de sus rivales. 

Solo quienes viven del negocio tienen razones para celebrar el 23J. Si el electorado insiste en sostener esforzadamente esta farsa es porque todavía no ha llegado la ráfaga de viento suficientemente fuerte para destartalar el castillo de naipes. Suena a lo lejos.

*Licenciado en CC de la Información

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