Desde el norte

Una Constitución con 45 años

Es bochornoso el espectáculo de dos partidos mayoritarios que no consiguen ponerse de acuerdo ni en la forma de reunirse 

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Confieso que, premeditadamente, este titular está abierto a múltiples interpretaciones, algunas contrapuestas. Por un lado, es un orgullo que la Carta Magna que aprobaron mayoritariamente los españoles en 1978 haya perdurado en el tiempo porque significa que las cosas se hicieron bien, por quienes la elaboraron y por quienes la votaron.

Por otro, pone de relieve el paso del tiempo, lo que en una sociedad tan acelerada como la nuestra significa que las cosas han cambiado mucho desde entonces, la sociedad, la forma de vida...

¿Va siendo hora de actualizar también el texto, de hacer una Constitución del siglo XXI? Así, a bote pronto, sin analizar más, la respuesta sería afirmativa. Así como el Tribunal Constitucional ha ido dictando sentencias y así como las leyes civiles y penales han ido cambiando y adaptándose al paso del tiempo, parece lógico que también lo haga nuestra Carta Magna.

Lo afirman hasta aquellos que participaron activamente en ella y pongo de ejemplo a Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Enrique Sánchez de León, que han mostrado su opinión en este periódico sobre la necesidad de cambios, coincidiendo con el Día de la Constitución.

No es, por tanto, un capricho de uno u otro partido y aquí es donde llega la mayor diferencia con respecto a aquella época, la que nos hace pasar del orgullo a la vergüenza. Si entonces, todas las fuerzas políticas consiguieron ponerse de acuerdo y poner por delante al país y a los españoles para elaborar unidos una carta de derechos y obligaciones, ahora este ejemplo que tanto ensalzan no se lo están aplicando.

Es bochornoso el espectáculo de dos partidos mayoritarios que no consiguen ponerse de acuerdo ni en la forma de reunirse ni en los asuntos a tratar. Si en los preparativos ya difieren, cómo van a coincidir en el fondo. Parece imposible.

Solo en lo más obvio están de acuerdo, en reformar el artículo 49 para que a las personas con alguna discapacidad se las llame así y no disminuidos. Es que si no estuvieran de acuerdo en esto...

Deberían mirar más allá de sus ombligos y hacer honor al cargo que ocupan como representantes del pueblo español, buscando los puntos de unión como hicieron sus antecesores y dejando a un lado las luchas políticas. Como dice Sánchez de León, eso también es una lección de patriotismo. 

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