Opinión | Una casa a las afueras

Las pedradas de Iván

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EL PERIÓDICO

Si Pedro Sánchez se propone sacar del reino de las fábulas pseudoperiodísticas a su mujer será porque tiene un plan relativamente atado y bien atado para no correr ni un solo riesgo. En caso de ser verdad el anuncio realizado por él mismo de que va a dar explicaciones al respecto, será fruto sin duda de la intensa reflexión a la que se sometió, oh casualidad, en pleno periodo electoral en Cataluña. 

Ya estamos acostumbrados a estas ‘pedradas’ del hombre que se siente el centro de todas las cosas y se ve a sí mismo como el mayúsculo ser coronado en esta ínfima parte del universo. Está embriagado del éxito de sus instintos y coincide, oh causalidad, con la aparición por lo bajini de Iván Redondo, el otro súperser egocéntrico que nos faltaba para completar el cuadro. El que fuera asesor de Sánchez repta como nadie por los inframundos del Arno; es otro incansable buscador de arcoíris como lo fue su «puto amo», Oscar Puente dixit. 

Los astros se tocan y se admiran entre ellos. Si Iván Redondo se auto percibe como el gran factótum de Salvador Illa, ya está tardando en ofrecerse de nuevo a Sánchez, que de aquí al miércoles buscará todo tipo de guionista para el estreno de su serie familiar. Necesita el presidente efectos especiales para la maratón que le espera con tanto bulo suelto y tanto fango envolviendo los periódicos. Como si hubiera leído a Tolstoy Pedro Sánchez ejecutará una nueva ‘pedrada’ haciendo ver que se siente un átomo débil entre los grandes torbellinos de lodo y barro que los periódicos le lanzan desde Elvas pasando por el África Center. 

La dialéctica no es nada sin un Iván Redondo de turno asomando lentamente como una linda gacela. El todo del universo no puede ser pensado sin él, y ya le ha hecho llegar notitas pseudoamorosas a Sánchez. En ambos confluyen ansias y necesidad de éxito y reconocimiento. El mismo Ulises es un mindundi al lado de estos dos que lucen en la frente aquella frase de Paul Valéry: «todo el universo tiembla y vacila en mi tallo».

Dos monstruos con los cuales debemos acostumbrarnos a vivir porque se avecinan días de gloria redonda a base de pedradas. Ya se ven las costuras al muñeco con el mecanismo del discurso peligroso que viene trabajando en la sombra Ivancito: eres bello, eres bueno y eres verdadero, Pedro mío. 

Mar Gómez Fornés es periodista