El silencio era casi absoluto en la basílica de Santa María de Morella. Desde media hora antes de las cinco de la tarde, 2.000 personas de la comarca de Els Ports abarrotaban la iglesia y la plaza. Todos allí conocían a alguno de los fallecidos y las lágrimas de dolor no se limitaban a los bancos de la familias. Dentro y fuera del templo, abrazados o en solitario, los morellanos recibieron los féretros de María Pilas Belvis, de 42 años, y Adolf Querol y Joan Josep Valdelvira, de 30.

"Eran todos tan jóvenes...", se lamentaba una anciana de Xiva, una aldea de apenas 20 habitantes, casi todos mayores, mientras veía cómo las autoridades iban ocupando los primeros bancos. Desde primeras horas, y sobre todo cuando se supo que los Príncipes acudirían al funeral, en Morella se extremó la seguridad, mientras en la basílica se colocaban sillas plegables para acoger al mayor número de personas posible.

Homilía por la fe

Xavier Salinas, obispo de Tortosa, a la que pertenece la comarca, lanzó una homilía plagada de llamadas a la esperanza pese al aparente absurdo de las muertes. "Nuestro corazón no se esperaba esto. Como cristiano, sólo cabe decir: no lo entiendo, Señor, pero acepto tu palabra de esperanza".

Los altavoces instalados en la plaza permitieron a los que no pudieron entrar escuchar las palabras en las que el obispo pidió a familiares y vecinos "que siempre recuerden" el "amor" de los que se han ido. Afuera, una fina lluvia empapaba a los asistentes mientras Salinas iba nombrando a los 18 fallecidos. Acompañado por ocho curas, pidió que la comarca conserve la fe.

Y es que el golpe, como recordó el alcalde de Morella, Joaquim Puig, es algo más que una tragedia humana. Una comarca inmensa y despoblada, con sólo 7.000 habitantes, la mayoría ancianos, "ha perdido a 18 jóvenes nacidos en ella o venidos de fuera" que "amaban su tierra y querían seguir viviendo en ella". El alcalde de Todolella, Alfred Querol, agradeció "el apoyo de todos, de la comarca y de toda España" y, sin poder reprimir las lágrimas afirmó desconsolado: "Nadie podrá devolverles la vida".

La emoción fue la causa de que una mujer se desmayara y tuviera que ser atendida por los sanitarios. Al final se mantuvo el silencio. No hubo aplausos. El dolor también iba por fuera y lo ocupaba todo.