Los 168 pasajeros del vuelo FR9336 de Ryanair vivieron momentos de pánico y angustia la noche del lunes. Su avión, un Boeing 737 que había salido a las diez de la noche de Bristol (Reino Unido) en dirección a Girona, sufrió una despresurización en la cabina que les disparó los nervios cuando vieron que bajaban las mascarillas de oxígeno y notaron que entraba aire en el avión. Entonces, percibieron que la nave empezaba a bajar a toda velocidad y algunos sufrieron un fuerte dolor de oído. En cinco minutos, el piloto tuvo que hacer descender el avión desde los 10.000 metros de altura hasta los 2.500 metros (8.000 pies), para después aterrizar de emergencia en el aeropuerto francés de Limoges.

Entre los pasajeros había una veintena de estudiantes catalanes de entre 14 y 18 años que habían viajado al Reino Unido para estudiar inglés. Uno de ellos era Olga Bayé, de 15 años. Según relató ayer esta joven, al principio los pasajeros se tomaron "a broma" que cayeran las mascarillas, pero en cuanto notaron que entraba aire en el avión, el miedo se apoderó de ellos. "Había mucha gente que lloraba y gritaba asustada". Entonces, los pasajeros empezaron a sentir presión en los oídos e incluso algunos de ellos "sangraron por la nariz".

16 personas tuvieron que ser hospitalizados por hemorragias nasales y problemas de oído. No obstante, a las diez de la mañana recibieron el alta.

La aerolínea fletó un avión desde el aeropuerto londinense de Stansted para que los pasajeros pudieran proseguir su viaje. Debido al susto, 41 viajeros se negaron a coger el avión y volvieron en dos buses que a las ocho de la tarde llegaron al aeropuerto Girona Costa Brava.