"Es ella y me lleva acompañando hace meses. No sé su nombre, quién es o dónde vive. Solo sé que su rostro me emocionó. Reflejaba la melancolía de una época pasada en un presente imperfecto". Quien habla es Tete Alejandre, uno de los fotógrafos más representativos de Extremadura. Una de sus últimas obras, Cáceres 36/08, --en la imagen que ilustra este reportaje-- ha sido adquirida por la Diputación de Cáceres tras una ardua selección de los casi 200 trabajos de toda España presentados al XI Certamen de Artes Plásticas Sala El Brocense. De las seis obras elegidas finalmente para formar parte de los fondos de la institución, solo una pertenecía a un autor de la región.

El jurado cayó cautivado por la belleza de la instántanea, tomada este año durante un pasacalles que escenificaba la dureza del exilio tras la guerra civil y el deseo del reencuentro.

Y lo hizo de igual forma que el autor, seducido por su obra. Ese diálogo entre la fotografía clásica y contemporánea, esa mirada al pasado desde el presente, ese homenaje a la ´street photography´... Ese, en definitiva, acercamiento a nuevas visiones del ´instante decisivo´ se ha convertido en una obsesión positiva.

El artista es obsesivo. No puede ser de otra forma. Pero no siempre el cazador cae atrapado por su propia presa. Sucedió así. Y es una sensación placentera. "Sonaban los tambores y mi intención era cazar esa mañana imágenes sugerentes que dialogaran entre la temática del recorrido y los ciudadanos. El pasacalles ´Maletas de ida y vuelta´ y en general el teatro de calle te proporciona una interacción con el público. Te permite cazar en un mismo momento las emociones del emisor y el receptor. Cogí el equipo y bajé las escaleras en busca de acción".

Los actores y los músicos llevaban a la calle los olores y el sonido del exilio, de esas maletas que se quedaban en un camino cargado de recuerdos y sentimientos. Alejandre, embriagado, derrochaba enfoques, encuadres, ajustes... Era la escena de caza perfecta. La ocasión idónea para conseguir un ´instante decisivo´. Como decía Cartier Bresson "cuando se alinea la cabeza, el ojo y el corazón". "Los actores se cruzaban sin cesar delante de mí. El instante estaba allí y yo lo sabía. Pero, ¿dónde?".

Hasta que apareció ella: "Su rostro me dejó impresionado. Reflejaba como nadie la melancolía, la nostalgia... Sus movimientos eran tan suaves y elegantes que comprendí que en ella estaba el instante que estaba buscando".

Ahora, lo tiene. Pero, realmente, ¿quién tiene a quien?. "Su imagen me acompañó los días posteriores. A medida que revelaba cada rasgo, cada sombra, cada luz, me adentraba en sus sentimientos, compartía su añoranza que era la mía, la nuestra, la de todos. Estaba allí. Había vuelto. Era el pasado en un presente ajeno al pasado".

Hoy sigue sin saber quién puso cara a esa foto. Quizá sea mejor así. De esa forma, seguirá seducido por su ausente mirada, por esa belleza tan evocadora. "Tan solo quería agradecerle que me haya proporcionado todo el bienestar que produce, a cazadores como yo, la captura de un instante". Una elocuente reedición del cazador cazado, del pájaro que, ensimismado, regresa a la jaula. Del artista, en definitiva, que cae rendido en brazos de su propia musa. Enamorado de una bella obsesión.