La Guardia Civil investiga la muerte de un pasajero de 36 años que falleció el miércoles por la noche tras tirarse desde un ferry con destino a Orán (Argelia) en el puerto de Alicante. La megafonía del barco acababa de anunciar que, debido al fuerte viento que azotaba el mar, no zarparían hasta nueva orden, pero la víctima, "desesperada" porque quería "llegar cuanto antes", según declararon varios viajeros, encontró en la borda la única vía de escape. Los 900 pasajeros habían embarcado el martes y llevaban más de un día de espera.

El fallecido, un ciudadano francés de origen argelino, se golpeó en la cabeza al caer desde una altura de unos siete metros. "Su padre murió hacía unos días y él tenía depresión. Primero tiró sus cosas y luego quiso alcanzar la pasarela de embarque, que estaba a apenas dos metros, pero no lo consiguió", dijo uno de los viajeros, que aseguró además que "las puertas estaban cerradas" y que no les dejaron salir --"como si estuviéramos en una prisión"-- hasta ayer a mediodía. Y la espera no fue cómoda. Los pasajeros denuncian que durmieron envueltos en suciedad. "Solo nos han dado agua y arroz hervido", según Hassan Charfaoui, argelino que vivió en Lleida trabajando como mecánico.

La versión de Antonio Muñoz, gerente de Romeu y Cía, la naviera que lleva a cabo la gestión del barco en el puerto de Alicante, es otra: "Están comiendo desde anteanoche a cargo de la compañía y las literas y cabinas libres que quedaban porque el barco no iba lleno se han cedido a las familias con niños pequeños".

El parte meteorológico decía a la hora del embarque que las condiciones eran buenas, pero se giraron. Un barco de pasaje puede navegar con un viento máximo de fuerza 7, pero con olas de nueve metros no se puede. Desembarcar a casi 900 personas y 300 coches nos lleva unas cuatro horas. Creían que el temporal revertiría antes.