Lucila Ahumada de Inama era una anciana. Todavía tenía una fuerza enorme para buscar a su nieto desaparecido durante la dictadura. Su hijo, Daniel Inama, y su nuera, Noemí Macedo, embarazada de seis meses, fueron secuestrados el 2 de noviembre de 1977. Desde entonces, lo soportó todo, la incertidumbre y la humillación. En la noche del martes, fue encontrada sin vida y a 1,7 metros debajo del agua. La suya es una de las 57 historias desgarradoras que ha causado el temporal que asoló a La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, y a la ciudad de Buenos Aires, la capital argentina.

Miles de evacuados, familias subidas a los árboles y tejados, automóviles y refrigeradores flotando en las calles. Se desconoce aún la magnitud de las pérdidas materiales. Lo que ya puede cuantificarse es la indignación de una sociedad indefensa frente a los cambios climáticos y la impericia pública. "La gente está con bronca y tiene razón, pero uno tiene una responsabilidad mayor: ayudar a calmar la situación", dijo el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Excorredor de motonáutica, Scioli prometió estar "a la altura de la responsabilidad". Pero advirtió: "Nadie nos puede garantizar que no vuelva a ocurrir otra lluvia así".

Estas palabras no son nuevas. Hace 11 años, La Plata, la ciudad del trazado urbano más moderno del país, a 50 kilómetros al sur de Buenos Aires, se sumergió casi por completo. La escena se repitió en el 2005 y el 2007. Un año después, los vecinos reclamaron en las calles un Plan Maestro Hidráulico. La presidenta, cuya madre acaba de padecer la inundación en el barrio de Tolosa, pidió una urgente auditoría para determinar qué se hizo para evitar las desgracias. La respuesta salta a la vista.

Falla la política

El calentamiento global no basta para explicar lo ocurrido. Las muertes llevan la marca de una ausencia de políticas que regulen el suelo. Segun Eduardo Reese, de la Universidad Nacional General Sarmiento, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en La Plata hubo un "crecimiento irrespetuoso" de las urbanizaciones y el negocio inmobiliario. "Se ocuparon cuencas de ríos, de arroyos, no se dejaron espacios verdes para el drenaje del agua", afirma. Cuando llueve casi 200 milímetros en dos horas no hay infraestructura que aguante.

La reacción de los argentinos para con los afectados ha sido inmediata. "Hay un desborde de generosidad que es conmovedor", dijo Juan Carr, titular de Red Solidaria. Está por ver si la sociedad pasará factura a los políticos. El magnate Mauricio Macri, alcalde de la capital, estaba en una playa brasileña cuando se desató uno de los temporales más anunciados.