Seis novilleros hicieron el paseíllo ayer en Zafra, los seis formados en la Escuela Taurina de Badajoz, de distinta personalidad y todos dueños de un oficio innegable. Ellos llenaron la tarde y dejaron claro el gran momento que atraviesa el toreo de nuestra tierra.

Se enfrentaron a un encierro de Cayetano Muñoz, de bonitas y reunidas hechuras, en el tipo de embestir, lo que hicieron a medias pues faltó fondo a los novillos, que es ir a más y no a menos a lo largo de su lidia. Dejaron estar, cierto es, pero no acabaron de regalar embestidas vibrantes.

El primero fue un claro ejemplo de lo que encierra la mansedumbre. Distraído en el capote de Tulio Salguero, empujó tibiamente y sin celo en el caballo. En el animoso quite del joven extremeño, por saltilleras y gaoneras, ya quiso irse. Fue un novillo soso, que salía de la muleta con la cara alta y al que Salguero le hizo una faena larga, muy por encima de las condiciones del animal.

El segundo fue bravucón, que no bravo. Los bravucones son astados mentirosos pues su aparente bravura lo que en realidad encierra es mansedumbre. Son animales fanfarrones. Tomaba la muleta pero sus embestidas eran desiguales, pues a veces se desplazaba por abajo pero otras salía con la cara alta. Con él se gustó Rafael Cerro con el capote, con dos faroles de hinojos de recibo y verónicas en las que logró corregir la tendencia del animal a venirse cruzado. El quite fue por saltilleras.

Fue en banderillas, tercio en el que los toros suelen definirse, cuando se dolió el novillo. La faena de Cerro tuvo quietud y sentido del temple al correr la mano, con series ligadas por ambos pitones en las que acreditó ser un torero ya muy cuajado. Pero la cruz del joven cacereño es la espada, que maneja sin confianza, por lo que malogró su labor anterior.

Tomás Angulo sorteó un novillo muy deslucido. Desarrolló genio y echó por tierra las ganas del torero de Llerena, que supo, sin embargo, lucir con el capote en las verónicas de recibo y en un airoso galleo por chicuelinas. Angulo respondió a las cortas y descompuestas embestidas del de Cayetano Muñoz con firmeza, sin una duda cuando lo consentía metido en su terreno. Mal también con la espada, dejó un buen sabor por las ganas y valentía que exhibe.

El cuarto era un jabonero que enseñaba las puntas y que tomó bien el capote de Miguel Angel Silva en las que fueron verónicas mecidas de compuesta figura. Tras un picotazo, el torero de Zafra inició la faena sometiendo al novillo que por entonces tenía muchos pies. Embestía con codicia pero no era fácil de templar porque calamocheaba.

El mérito de Silva fue corregir al animal para conseguir que terminara por embestir más largo e incluso por abajo en dos series con la mano diestra. Para eso está la muleta, para tapar los defectos de los toros, para mejorarlos. Fue esa una faena de novillero con ganas y un cierto oficio, a pesar de lo poco toreado que está.

El quinto fue el más propicio del encierro y además tuvo la suerte de toparse con un novillero de mucha sabiduría, ambición y fundamentos técnicos. Por algo José Garrido es el líder del escalafón.

Lo toreó el de Badajoz bien a la verónica y le hizo un garboso quite por chicuelinas, nada forzadas y sí volando el capote cuando giraba en sentido opuesto a la embestida. En el trasteo de muleta acreditó sus recursos y el rotundo sitio en el que se pone, con pureza en los cites, dando el pecho. Corría bien la mano y no abusaba de los toques violentos, por lo que la faena tomó cuerpo.

Cerró la novillada un bonito utrero, bravo de salida pero después muy a menos. Compuso con él bien Posada de Maravillas cuando abría el compás en las verónicas iniciales, pero lo que prometía quedó en casi nada al pararse y comenzar a defenderse el animal. Estuvo decidido el joven pacense, sin poder lucir.