A la intemperie

Olivenza y el frío

Corrida de este sábado en Olivenza

Corrida de este sábado en Olivenza / Jero Morales | EFE

Fernando Valbuena

Fernando Valbuena

He cogido frío. Lo noto al despertar. O el frío me ha cogido a mí, que será lo cierto. En todo caso, la cogida se veía venir. Por Alconchel asomaba. Nubes negras y, lo que era aún peor, vientos negros. Y fríos. La palabra es, entre todas, desapacible. Ahora debería decir aquello de que al calor de los toros -que vienen a ser la chimenea que más calienta el alma- no se pasa frío… pero no, a veces, se pasa. Al llegar a la plaza, viendo lo que estaba viendo y calibrando los daños ya sufridos, estuve en un tris de no ocupar mi localidad. Aquellas apreturas… Gente hasta la bandera pasando frío y, salvo los cuatro privilegiados de la grada, mojándose todos. En un tris estuve de rajarme. En esas cábalas andaba cuando Celestino Núñez entró, y entró José María Ballester, el uno de Olivenza y el otro de Badajoz. Y medio me tumbaron. Y entró Ceferino Riquelme, un señor de Orihuela a quien conocí durante la comida en el Maila. ¡Qué ricos los garbanzos con langostinos! ¿Y el rabo de toro? ¡Como para un llanto! Así que, si entran ellos, si entran los de Olivenza y los de Badajoz y hasta los de Orihuela, entramos los de Baracaldo, me dije. Me calé la boina azul Bilbao de los grandes aguaceros y entré. Y me cogió.

Olivenza urbi et orbi. En Olivenza, por cuando la feria del toro (del torero, según el crítico Antonio Girol) atracan buques venidos de luengo. Mientras Antonio Mesa, el presidente del festejo, toma el último café en Los Castillejos, unos catalanes, a mi lado, toman la primera copa. Me arrulla oír hablar en catalán… y más si en catalán oigo hablar de toros. Hombres y mujeres, que de todo hay en el patio de este colegio. Paseo arriba, paseo abajo. El Hotel Arteaga ha vuelto a los ruedos. En la sede del PSOE se arremolinan los votantes. Y en la Magdalena pasan el incensario. ¡Si será Olivenza puerto de mar que la Magdalena fue catedral de Ceuta! ¡Qué majestad marinera la de esta iglesia! Cinco o seis personas rezan ante el sagrario. Y rezo yo para que nada a nadie le perturbe la feria, ni a los que pisan el albero, ni a los que no.

Este año se han sentado a mi lado un portugués y su hijo. De Barrancos, que es como decir del ojo del huracán. Hay plazas donde es obligado ver toros antes de morir, una de ellas es la de Barrancos. Hombre educadísimo y sapientísimo me hizo grata la charla (mientras la lluvia lo permitió). ¡Qué buen aficionado es usted, Don Luis! Y vamos cerrando tratos. Ceferino dice que conoce a Joxín Iriarte, alma mater de lo de Azpeitia. Azpeitia se parece a Olivenza en mucho. ¡Habría que hermanar ambas dos ferias! Y que este año va. Y que voy. Y que allí nos veremos. Y Don Luis que irán los de Murteira. Y yo que no hay besugos como los de Guetaria… y que cómo me gusta España cuando me la como (y eso, por supuesto, va también por Portugal).

Todo eso, y, además, Talavante y un torito de Salamanca bajo la lluvia envueltos, como el pasodoble Olivenza, en cadencia de fado.

Llovió la tarde del sábado por fuera y aún había de llover por dentro. Entre toro y toro me hicieron saber que ha muerto Paco Zurrón. Paco, un asturiano que en Badajoz lo ha sido todo. Un asturiano risueño, hecho de nubes de algodón de azúcar. Quizá lloviera por eso. Quizá por él estuvieron preñados los cielos de viento, frío y lluvia. Quizá para que no alboroten las lágrimas. Así que el domingo me quedé sin novillada. No se lo tengo en cuenta al Todopoderoso, que él escribe recto en renglones torcidos… pero tengo frío.