voces solemnes

Cantos gregorianos

Canto gregoriano.

Canto gregoriano. / EL PERIÓDICO

José Antonio Barquilla Mateos

No sé qué significan ni cual es el origen de los llamados cantos gregorianos, ni me ha dado por buscarlo en Google, porque prefiero referirme a ellos en alas de mi ignorancia para expresar subjetivamente las sensaciones elevadas que me provocan esos cantos de voces tan solemnes, tan profundas, que retumban en las penumbrosas concavidades de no sé qué recónditos y pétreos monasterios en cuyas serias fachadas de siglos, perdura, tristemente la hiedra, con su verde de otoño muerto, agarrada a los muros seculares.

Escuchaba estas voces graves de los monjes en sus cantos gregorianos en Radio Clásica la otra mañana y medité sobre el acusado contraste de la serenidad que expresan esas voces, que más de una vez han sido calificadas de voces de ultratumba, con la actualidad del mundo, el desenfreno y la prisa, las a menudo vanas preocupaciones por asuntos fútiles, los noticiarios plagados de sucesos terribles, de descalabros en la política, de corruptelas y otras lamentables desviaciones del proceder humano, de guerra, genocidios, bombas atómicas y otras calamidades. 

Así que esas voces efectivamente no parecen de este mundo, porque son voces que expresan a mí modo de ver no se qué dolor, o misterio, o súplica o arrepentimiento, y la profundidad de esa especie de lamento unánime me provoca una sensación extraña como de nostalgia de no sé qué tiempo perdido, como una añoranza literaria, como la añoranza de Proust, por un pasado irremediable. Escuchar esos cantos me produce una agradable sensación de paz.