Ha terminado el concierto del pasado viernes en la sala La Bola y Alberto Romero, Albertucho en el escenario, mantiene esa sonrisa de bondad que le hace más cercano sin la guitarra. Las jóvenes admiradoras que se fotografían con él lo saben bien: que un artista hable en sus canciones de lo que vive en la calle no es fácil en estos tiempos de composiciones, en muchos casos, inútiles para aprender a mirarse en el otro.

Pero el cantautor sevillano sigue teniendo claro que sus letras no pueden vivir de otra cosa que no sea la vida. El viernes, en las distancias cortas y ante un aforo al completo, demostró por qué es un artista al que sigue esa marea del público más joven que empieza a ir a los conciertos.

Si tres discos y una carrera brillante con solo 24 años se hubieran convertido para él en una trampa, tampoco estaría buscando ahora otro horizonte musical, más cerca del pop independiente que de ese sonido rockero que tanto le ha dado en los últimos años. Solo dos canciones nuevas le sirvieron, entre el repaso a las más conocidas, para dar pistas del nuevo proyecto musical que apadrinará A Vallekas Producciones, su casa de siempre.

Y es que conciertos de pequeño formato como el de La Bola ponen a prueba al músico, sin el artificio del gran escenario y con el riesgo de que carencias y virtudes puedan salir a la luz. Al sevillano, sin embargo, le sirvió para que sus letras, esas que ha gestado en silencio, ganasen en valor y mensaje con la única compañía de guitarras, armónica y percusión. En un pasillo, al despedirse, seguía mirando a los ojos. ¿Albertucho, un nuevo indie ?