El Womad comenzó siendo un maravilloso festival étnico e intercultural que llenaba de músicos emocionados y espectadores entusiasmados las plazas más bellas de Cáceres. Pero ha acabado convirtiéndose en el Botellwomad , es decir, en un pretexto para que miles de jóvenes hagan botellón en la plaza Mayor.

Hay que ser realistas. La ciudad feliz idealiza el pasado creyendo que así retornará, pero aquel Womad donde el público asistía a los conciertos a escuchar, a bailar y a contagiarse de la felicidad que regala la música ya es historia. En los últimos años, los conciertos en la plaza Mayor congregaban a 3.000 espectadores y a 7.000 botelloneros que, ajenos a la música, formaban círculos alrededor del kalimocho y el Negrita y bebían, reían y disfrutaban, pero pasaban del concierto.

Los del ´kubataborroka´

Había actuaciones con auténtico espíritu Womad el miércoles y el jueves en la plaza de San Jorge a partir de las cuatro de la tarde. Pero el viernes, ya llegaban las hordas del kubataborroka , que ocupaban las escaleras de la Preciosa Sangre con sus círculos idolatrando a la diosa Beefeater .

Sería muy bonito y volvería a ser único en el mundo un Womad de conciertos en San Jorge, las Veletas y la plaza Mayor, ¿pero alguien cree que las pandillas de las bolsas de plástico cargadas de Fanta y Larios van a respetar esos lugares y a autorreprimirse? Las cosas son así: hoy, para la mayor parte de los jóvenes entre 14 y 25 años, decir feria de mayo, Nochevieja o Womad significa decir manga ancha para el botellón libre.

En los círculos progresistas de la ciudad feliz se sueña con recuperar aquel Womad maravilloso que tanto amamos, pero la realidad es demasiado cruel. Los progres de hoy, ayer participaban en los conciertos y convertían el Womad en una fiesta de música y buen rollo.

La generación que ha tomado el relevo también gusta del buen rollo, pero siempre que haya un saco de hielo y vasos de plástico con vodka y naranja por el medio. Si además suena música a lo lejos, mejor, pero eso, para la mayoría, es secundario.

Un Womad de malabaristas, percusionistas espontáneos, conciertos en cada esquina y con la parte antigua llena de gente sería maravilloso. ¿Pero va a ser posible prohibir un macrobotellón de 20.000 personas el viernes y el sábado en una parte antigua atestada?

El pasado año, al acabar el Womad, el propio Rodríguez Ibarra ironizaba sobre el mestizaje y la interculturalidad de un festival donde lo que primaba era el botellón libre. Ahora, la consejería de Cultura lidera este movimiento de recuperación de las esencias womeras , pero quien conozca el percal y trate con jóvenes, sabe perfectamente que esa recuperación la llevarán a cabo los viejos womeros , que nunca mueren. El resto, salvo excepciones, circulito, kalimocho y a lo suyo.

El Womad deja muchísimo dinero en Cáceres. Para los bares del casco viejo es como una segunda Semana Santa. En los periódicos nacionales y en los telediarios, La ciudad feliz sólo aparece si sucede una desgracia o cuando llega el Womad. Para muchos cacereños, son los días más divertidos y deseados del año y además, ¡qué caramba!, el Womad quita años de encima y es una pócima rejuvenecedora.

Por otro lado, los conciertos en el hípico no tienen gracia, hace frío, hay polvo y no se pueden comparar con el encanto de escuchar una morna en la madrugada con las torres de la Preciosa Sangre tras el escenario o con la fachada de las Veletas como decorado.

¿Pero qué hacemos con el botellón ? ¿Cómo evitamos los regueros de kaslimón descendiendo por la cuesta de la Compañía o los cristales rotos en San Mateo? El botellón ha matado la plaza Mayor, se está cargando el Womad y no se puede permitir que entre en la parte antigua.