Cáceres y Toledo son las dos únicas ciudades españolas Patrimonio de la Humanidad que no cuentan con una calle de los vinos. En Toledo, los bares de cañas están muy diseminados y en la ciudad feliz se pueden contar hasta ocho microzonas de vinos.

En Cáceres se tapea en la calle Obispo Segura Sáez, en la llamada plaza de los Maestros, en la plaza de Bruselas y aledaños, por Gómez Becerra, frente al puente de San Francisco y en los barrios de La Mejostilla, Nuevo Cáceres o Cabezarrubia, que se han convertido en una periferia vinícola, cañera y tapera de muchos quilates.

La ciudad feliz parece menos interesante desde que perdió su tradicional calle de los vinos, que antes estaba en General Ezponda y ahora no está en ningún lado. Se trata de un fenómeno curioso y extraño pues en el resto de España estas calles perviven.

Salamanca y Santiago

Tomando como ejemplo las ciudades Patrimonio de la Humanidad, se observa cómo en Salamanca subsisten con envidiable buena salud los mesones de la calle Zamora y del entorno de la plaza Mayor. En Santiago de Compostela, tras años de bajón, jóvenes y mayores han vuelto a convertir las rúas de O Franco y A Raíña en el epicentro de la ciudad a partir del mediodía y al caer la noche.

En Segovia, los soportales de la plaza Mayor y las calles que de ella parten son barrio húmedo, al igual que la plaza de San Nicolás o las calles San Segundo y San Millán en Avila. Córdoba es un paraíso de tascas en la Judería y la Corredera. Y Granada es el no va más en cuanto a zonas de vinos abigarradas y multitudinarias: Albaicín, Sacromonte, Campo del Príncipe.

En Cuenca, las calles de vinos se sitúan, como en la mayoría de las ciudades reseñadas, alrededor de la plaza Mayor. Así sucedía en la ciudad feliz : querías ver a quien te gustaba, a quien te divertía o a quien te proponía negocios y sabías que bastaba con acercarte a General Ezponda para encontrártelo. Pero eso se acabó y resulta triste porque una ciudad sin calle de los vinos es una ciudad sin gracia.

Se argumenta que el botellón ha matado la costumbre del chateo y se dice que los jóvenes sólo saben beber kalimochos , litronas y cubatas , pero en el resto de España el botellón y el kalimocho conviven con las zonas de vinos. La causa de esta carencia cacereña quizás esté en el deterioro urbano y social que provocó el botellón de la plaza.

Afortunadamente, los visitantes que llegan a la ciudad feliz se quedan encantados con las cervezas en las terrazas de la plaza Mayor, pero son cañas exclusivamente para turistas. La suciedad del botellón espantó a los cacereños de la plaza y de General Ezponda y ahora va a ser difícil que vuelvan a aventurarse por esa zona. Prefieren tomarse los vinos en el centro o en sus barrios.