Cuesta trabajo moverse de la sombra protectora de la Torre de Sande, pero continuamos adelante, hacia la pequeña plazuela en la que se ubica uno de los símbolos emblemáticos de Cáceres: la Casa del Sol. Su nombre es obvio, y se debe al magnífico blasón situado sobre la portada. En campo de gules, un sol de oro mordido de ocho dragantes de sinople. El rostro del sol es de un enorme realismo, parece sonreír, en contraste con el que se ubica en la fachada lateral de la Calle Monja, triste y pensativo, que llevó al imaginario colectivo la leyenda del padre que tuvo dos hijos, el pequeño de los cuales cometió una horrible ofensa y el padre lo tapió tras esa fachada, lo encerró tras la bellísima rejería en losange, y labró las armas familiares --entristecidas-- como recuerdo del mal vástago. ¿Por qué tienen todas las leyendas cacereñas un trasfondo terrible? Casi mejor, no querer intuirlo.

Armería parlante

Si el escudo bautiza la casa, también nos dice el nombre de la familia, que no es otra que la de Solís. Este tipo de blasón se denomina armería parlante, esto es, que hace alusión al propio nombre de la familia. Estos Solís proceden de Salamanca, pero se asentaron en la Villa en los primeros tiempos tras la reconquista y emparentaron con los Blázquez. Ya hablé, en varias ocasiones, del Gran Maestre Don Gómez de Solís, y de dónde se situaban las casas de su madre, Leonor Enríquez de Noroña. Aquella generación (pariente de las Casas Reales de Portugal y Castilla, de los Condes de Feria y de los Duques de Alba) acaparó poder sin límites en la Castilla de Enrique IV y fueron grandes responsables de la Guerra Civil de Castilla, como ya se dijo. De ellos descienden los Solís de Badajoz y de Sevilla, entre los cuales se encuentra Matilde Solís, exduquesa de Huéscar. Los Solís cacereños proceden de la hermana menor del Maestre, María, casada con Galín Pérez de Pantoja, Señor de Sant´Yago de Cacém, en Portugal.

La fachada es austerísima, construida en sólida fábrica granítica. La torre esquinada sirve de cobijo a la entrada principal, arco de medio punto, con pequeñas dovelas, sobre el que --cómo no-- se sitúan las armas ya descritas, enmarcadas en alfiz, sobre el que descansa una pequeña gárgola. En el cuerpo de la torre un vano cuadrangular, un hermosísimo matacán semicilíndrico, sujeto por tres hermosas ménsulas y aspilleras rematadas en cruz, y escoltado por dos ventanas de medio punto rebajado. Tanto la fachada como la escalera fueron labradas por Pedro Gómez en 1549 y según se dice en el contrato hecho ante el notario Cabrera no se escatimó en gastos porque la dicha puerta es la vista de toda la casa y será bien empleado lo que en ella se gastare .

La parte superior, de niño, se me antojaba un monstruo de enorme boca abierta. Hacia tiempo que no recordaba esa asociación, pero hoy me ha venido a la mente gracias a Peter Pan, que revolotea por aquí.

Como sucede en la mayor parte de los palacios, éste es la unión de varias casas, así toda la parte que da hacia la Cuesta de la Compañía y la callejuela lateral fue, en su día, solar de los Figueroa, y se incorporaron a éste por compra, como atestigua el escudo raspado frente al lateral de San Francisco Javier. Al vender una casa (cosa no demasiado habitual) se borraban los escudos. Al igual que hoy colocamos placas identificativas en las puertas, los escudos decían quién vivía allí. Si los propietarios se iban, carecía de sentido el seguir manteniendo sus blasones.

La Cuesta de la Compañía

La Cuesta de la Compañía, amplia y hermosa como pocas intramuros, no necesita demasiada descripción y sí contemplación callada o con acordes de guitarra (la de Tito el Moro, por ejemplo), que matizan el silencio de siglos a compás de siguiriya, bulería... según sientan el día estas piedras centenarias.

Recayó el mayorazgo de los Solís en los Marqueses de Ovando, título napolitano concedido al marino José de Ovando Solís y Rol, con la denominación inicial de Castell Brindisi, en 1734 por Carlos III, entonces Rey de Nápoles. El Marqués combatió no sólo en Italia, sino también en Florida, en Venezuela y en las Filipinas. Murió navegando cerca de California. El III Marqués, su sobrino nieto Vicente Mariano de Ovando Perero, convencido carlista se exilio a Italia, donde murió en Turín. Allí conoció a Gaspare Búfalo, fundador de los Padres de la Preciosa Sangre, a quienes instituyó como herederos, y ése fue el origen del asentamiento de esta congregación en Cáceres, quienes regentan la contigua Iglesia de San Francisco Javier, a la que esta casa se une por un pasadizo subterráneo de los tantos que surcan, como galerías de un hormiguero, el subsuelo de la vieja Villa. Uno de estos padres (alemán, creo) y sin grandes nociones de castellano, fue muy solicitado a mitad del pasado siglo por las señoritas bien para confesarse. ¿Quién sabe por qué? Dama, dama, de alta cuna, de baja cama .