Las velas, unas doscientas, volvieron ayer a iluminar el breve paseo anual de la Virgen de Las Candelas, o La Candelaria, por la ciudad monumental. Un pequeño grupo de cacereños ha cumplido la tradición de festejar Las Candelas, una costumbre que se remonta a 300 años atrás.

La celebración se inició el miércoles con la mesa de ofrendas, pero ayer tuvo lugar el acto central: la procesión de la talla de la Virgen desde la ermita a la que da nombre hasta la iglesia de San Mateo, de la que depende el templo menor. En el desfile, se echaron en falta los trajes regionales, como los que lucieron algunos niños durante la mesa de ofrendas del día anterior, pero los actos de ayer se celebraron en pleno horario escolar.

Paulino Hernández, párroco de San Mateo y que ofició la misa en este templo, expresó su satisfacción por la afluencia, a pesar de haber pocos jóvenes en ella, y garantizó que la fiesta perdurará. "Aunque ahora no haya muchos jóvenes, los que asisten inculcan esta tradición a sus hijos y nietos y cuando éstos sean mayores, vendrán", aseguró el sacerdote.

Tras el acto religioso y el regreso de la talla a su ermita, se continuó la venta de roscas de pan de anís, el ingrediente típico de todas las fiestas locales de enero y febrero. Para Las Candelas se pusieron a la venta 800 unidades a 70 céntimos cada una y se esperaba que se agotaran. Además, Cáritas montó su habitual rastrillo benéfico. Todo el dinero que se recauda se destina a los gastos parroquiales.