La Soledad, una de las ermitas más emblemáticas de la ciudad, está presente en la historia local desde el siglo XV. Fue fundada el 2 de septiembre de 1470 por la cofradía de Santa María de los Caballeros, que en 1582 se fusiona con la de la Soledad. Ubicada en la plaza del mismo nombre, muy cerca de la de Santa Clara, las crónicas históricas sitúan el edificio como hospital, no en vano estaba en las inmediaciones del Hospital de los Caballeros y de la Enfermería de San Antonio, situado en el recinto intramuros.

En el siglo XVI pasó a tener un carácter exclusivamente religioso. En la actualidad pertenece a la parroquia de San Mateo y en su interior se encuentran el Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad, una de las tallas más veneradas por los cacereños, de la que destaca su largo manto de terciopelo negro bordado en plata que procesiona cada Viernes Santo.

La de la Soledad es una de las ermitas que existieron en el entorno urbano de Cáceres, "ciudad en la que el conocimiento de este tipo de edificios es necesario para conocer el desarrollo urbanístico de la misma", según se indica en la memoria del proyecto que se presentará próximamente al Ministerio de Trabajo. Así, los barrios que se ubican en el entorno de una ermita reciben el nombre de ésta: San Blas, San Ildefonso, Espíritu Santo...

En la capital cacereña, igual que sucedió en España, la vida de las ermitas se desarrollaría desde la Edad Media hasta el siglo XIX en el que, con la desamortización de Mendizábal, muchas de ellas son expropiadas al clero o vendidas. En Cáceres se sabe de la existencia de hasta 24 ermitas, hoy aún se conservan 14: entre ellas la Soledad, ubicada en una plazoleta extramuros que se convirtió en la entrada que desde el sur recibía a los viajeros que entraban en la ciudad por la Puerta de Mérida.

Hornacina

De planta rectangular, la entrada se encuentra en un lateral. En la puerta se conserva una hornacina rectangular que alberga una imagen de su Virgen titular. En el interior, en la bóveda, hay una clave central con un jarrón mariano en relieve y seis nervios de cantería. Destaca su retablo barroco del XVIII, de madera dorada y policromada con una iconografía en torno a los atributos de la Pasión de Cristo y ángeles que le sostienen.

El inmueble ha tenido distintas reformas. En 1748 se mejora parte de la antigua construcción y en 1773 se tapia una de sus puertas y se amplía la capilla. No obstante, nunca se han dejado de hacer obras en ella, lo que ha permitido su conservación. La actuación prevista supone la demolición total de la cubierta, colocación de canalones y bajantes, drenaje, solados, carpintería y ampliación de peldaños. Todo un proyecto para mantener la huella del medievo en el siglo XXI.