La estancia de la Virgen en la ciudad da pie a muchos análisis. Por ejemplo, el sociológico. ¿Se puede fijar una división social de acuerdo con el horario de visitas? Se puede.

Supongo que alguien irá de madrugada, pero no lo he visto. Por la mañana proliferan los jubilados, y no faltan las bolsas que indican la visita previa a algún comercio. A la una abunda el joyerío, la clase, la elegancia añeja, y se deja ver la parte femenina del poder tradicional cacereño. La tarde es del funcionario, de las familias, del comerciante y del paseante. A partir de las ocho es mejor no ir porque con la novena y la misa es posible que tengas que ver a la Virgen desde la puerta de atrás.

A las doce se cierra la iglesia y llega la hora de las ponedoras. Que no son unas gallinas precisamente. Son las señoras y señoritas encargadas de engalanar la imagen y el templo con flores de todo color y procedencia. Es una misión delicada, pues son conscientes de que al día siguiente no se hablará de otra cosa que no sea lo bonita que estaba la iglesia y lo precioso que era el manto de la Virgen.

A ver si Benedicto XVI permite que las mujeres tengan mayor poder en la Iglesia porque se lo ganan diariamente.