Hay que salirse de la carretera N-521, camino de Portugal, para divisar un paisaje llano que se torna verde en otoño y mostaza en verano. En Malpartida de Cáceres, salpicado por rocas, agua y el espíritu fluxus surgen entre dehesas Los Barruecos. La paz de las garzas reales, las nutrias, los tritones, los galápagos, los lagartos ocelados y de la reina de estos lares: la cigüeña, solo se ve alterado en este paraje por los visitantes que poco a poco van aumentando. Hace muchos años, en el neolítico, compartieron espacio hombres y especies, nos lo cuentan los grabados rupestres que aún hoy se conservan en los alrededores. Incluso algunas tumbas romanas nos hablan de otras épocas en esta llanura. La teoría es que los barruecos son unos bolos graníticos de los que toma el nombre este paisaje a muy pocos kilómetros de la ciudad de Cáceres. La práctica es que son esas rocas las que nos permiten imaginar formas que se confunden con las obras vanguardistas que asaltan al viajero por las rutas senderistas que dividen la zona como tentáculos. El Museo Vostell imprime al paraje un aire onírico que lo hace único y especial. En su interior hallamos la colección del artista Wolf Vostell, que se enamoró a primera vista de Los Barruecos, y una muestra representativa del arte fluxus. En pleno campo, al aire, algunas esculturas se mezclan con la caprichosas formas de la piedra. Los Barruecos es Monumento Natural. Se puede visitar con o sin guía. Es gratis. El Museo Vostell cuesta 2,5 euros.

Aquí se grabó una de las batallas más importantes de toda la saga. El Barrueco de Arriba, un enorme lago rodeado de zona agreste y columnas de piedras, albergó a cientos de soldados dothrakis, inmaculados y lannisters. Durante casi un mes se reunieron en este paisaje entre lunar y terrenal para filmar una afrenta que se incluirá en uno de los primeros capítulos de la séptima temporada de Juego de Tronos. Además de imágenes reales también incluirán dragones y otro tipo de efectos especiales. Aunque todo lo que rodea a la serie está protegido por un secretismo casi absoluto, los Barruecos podrían representar Altojadín, el hogar de la casa Tyrell. A pesar de que ese nombre de ficción podría hacernos pensar en un lugar idílico, este paraje escenifica tierras agrestes solo salpicadas por grandes piedras en las que no se esconde ningún rasgo de vida. La grabación se concentró en una zona a 10 minutos en coche de Cáceres, en una pequeña hondonada a la que se puede acceder en vehículo.