Las crisis en los grupos municipales no proceden de cuestiones de conciencia porque en el ámbito político pocas veces las decisiones abarcan al orden moral. Ni siquiera suceden cuando aparecen indicios de corrupción pues en tales casos suelen dar lugar a un cierre de filas. Tienen su origen en el afán de protagonismo e intereses particulares y legítimas ambiciones políticas.

La postura de concejal cacereño Francisco Javier Castellano, sin embargo, tiene mayor alcance que las anteriores, pese a que no haya abandonado el grupo ni haya votado en contra de su grupo. Porque Felipe Vela era un recién llegado a la política y echó un pulso sin apoyos de nadie y Manuel Rodríguez Cancho sabe que está al final de su trayectoria política. Pero ahora se trata de una persona que debe tener cultura de partido dada su larga militancia y los cargos que ha desempeñado.

Como consecuencia, no es aventurado pensar que antes de tomar la decisión la ha contrastado con una parte del partido y que no se trata de una respuesta personal sino de la emergencia de un problema más profundo en cuyo análisis coinciden otros muchos. Es, por otra parte, un dato que corrobora lo que tantas veces se ha dicho: en el grupo municipal popular existe una gran división.

Siempre surge el mismo nombre como causante de las desavenencias. Tanto de las que se hacen públicas como de las que permanecen ocultas. Puesto que en todos los casos ha dejado cadáveres debe pensarse que cuenta con los apoyos necesarios. Que no son otros que los de José María Saponi, pues los del partido no están tan claros y los del grupo municipal son escasos y poco entusiastas, sobre todo en su gestión del plan de urbanismo.

Aún es pronto para decir quien sale vencedor de este pugilato en el Ayuntamiento de Cáceres pero pronto nos lo dirán las listas electorales que aún están en una nebulosa.