Hoy, día 26 de abril, se producirá uno de los acontecimientos que marcan todos los años la historia de la ciudad, la bajada anual de la Virgen de la Montaña a la ciudad que tanto la quiere y la adora.

Podemos afirmar que la devoción a la Virgen de la Montaña es la expresión religiosa más genuina de cuantas se producen en Cáceres a lo largo del año; es una muestra palpable de religiosidad popular e identidad para todos los cacereños, tanto para los que viven en Cáceres como para los que están residiendo fuera de su localidad. Estos reconocen como símbolo y como referente étnico-religioso a la Virgen de la Montaña.

Muchos cacereños montan negocios fuera de su tierra y en muchos carteles, como pasa en Cáceres, podemos encontrar los siguientes luminosos: "Panadería Nuestra Señora de la Montaña", “Cafetería Virgen de la Montaña”, “Gestoría Virgen de la Montaña”, así como multitud de nombres de calles, etcétera.

Entre ellos se verifica un proceso de autorreconocimiento, de autoestima y conciencia de pertenencia a un grupo, sentimiento que se transparenta nítido a través de sus celebraciones.

Durante los días que la Virgen permanece en la ciudad se produce una avalancha humana de cacereños que van y vienen a contemplar su rostro y a dedicarle sus oraciones. Es la época que más se identifican unos cacereños con ótros, uniéndose en torno a la devoción por la Virgen.

Es cuando manifestamos la unidad e identidad en torno a la Virgen de la Montaña, siendo con ocasión de su bajada, su novena y su subida al santuario cuando los habitantes de Cáceres declaran simbólicamente su identificación como tales, el profundo sentir de pertenencia a un pueblo.

Se produce una cohesión social que ninguna otra festividad alcanza a conseguir por multitudinaria que sea. Pasa el tiempo, Cáceres crece, cambia su fisonomía; sin embargo la devoción que sienten los cacereños por su patrona va transfiriéndose de generación en ganeración inmutable, con fortaleza inequívoca, evitando cualquier signo de desaparición o desmemoria.

Por eso el valor sustancial de nuestra gran fiesta de la Virgen de la Montaña que arranca de su vieja solera tradicional. En la tradición se cumple la ley de que las cosas crezcan permeneciendo en sí mismas, porque las esencias son permanentes e inmutables y el secreto de su evolución es adecuado, el de descubrir en cada época un nuevo aspecto, verdaderamente innovador y fructífero.

¡Cacereños! Preparémonos para recibir esta tarde a nuestra patrona, la Virgen de la Montaña como se merece; que toda la ciudad se engalane, florezca en oración y plegaria y prorrumpa en una letanía de amor que exalte la grandeza de Nuestra Madre.