Leo estos día en el Periódico Extremadura que se va a llevar a cabo una campaña para evitar que los cacereños huyan a Badajoz de comprar durante la Navidad. Esta información me ha recordado el maltrato que sentí hace unos días en una tienda de decoración de Virgen de Guadalupe.

Fui a comprar un regalo. Elegí un objeto, cuyo precio tuve que preguntar porque no lo encontré ni en la etiqueta ni en la balda (algo ilegal porque, según la ley, los precios deben estar a la vista del cliente, pero se ve que, para algunas cosas, este establecimiento sí se salta la ley) y cuando fui a pagar, me preguntó el dependiente si quería una bolsa, a lo que yo le espeté que cómo iba a llevarlo en la mano. Lo peor fue cuándo me dijo que la bolsa, por cierto, de papel, costaba 20 céntimos. Asombrada, le pregunté: ¿me vas a cobrar 20 céntimos por una bolsa de papel que ni siquiera puedo reutilizar?

Al lado del dependiente se encontraba la propietaria (o eso creo) y empezó a darme explicaciones sobre las exigencias de la franquicia, sobre lo que dice la ley,... En fin, justificaciones y medias verdades porque ella misma es consciente de que 20 céntimos una bolsa de papel supone un exceso. Y no sé qué dice la ley, pero ella sabe que, salvo los establecimientos de alimentación y algún otro, ninguno cobra las bolsas y mucho menos a ese precio. Conclusión: yo me marché sintiéndome estafada y maltratada, y mi única, aunque vana, satisfacción fue advertir que había perdido un cliente. Después he lamentado mi falta de reacción porque tenía que haber pedido el libro de reclamaciones y no haber comprado el producto.

Esta experiencia me hace reflexionar que el comercio cacereño no sólo debe pensar en los beneficios, sino en cuidar al cliente porque la competencia es muy grande.