Emilio Bueso (Castelló, 1974) decidió salir de su zona de confort, el cuento de terror a la manera clásica y el relato distópico de civilizaciones en colapso ecológico, y se lanzó a navegar por el espacio. El resultado es la trilogía Los ojos bizcos del sol, de la que acaba de publicar en Gigamesh su primera entrega, Transcrepuscular. «Quería trabajar el fantástico, no en un área de la literatura de género sobreexplotada sino en una desguarnecida e híbrida: el género de sword and planet, en el que coinciden elementos de la fantasía épica y de la ciencia ficción», explica. Un samurái castrado reconvertido en alguacil, un astrólogo y una funcionarias locales que vuelan sobre granjas de inmensos caracoles vociferantes montados en gigantescas libélulas, avispas o polillas, acorazados con caparazones de escarabajo y acoplados a moluscos que amplían sus sentidos (o se apoderan y penetran literalmente de ellos); un trapo parlante y faltón que es un guante y es un ser lleno de extremidades y pedúnculos, gigantescas orugas-tren… Un ejercicio de imaginación creadora.

Si estamos en un planeta al que en algún momento debe haber llegado el género humano pero en el que parece no quedar rastro de ninguna tecnología avanzada la lógica dice que se debe de haber producido un retroceso, un colapso aún mayor que el de novelas de Bueso como Cenital. «Te preguntas -explica- si los diferentes puntos de colapso que yo ha trabajado en mis libros no podrían dar lugar a sociedades en las que hubiesen unos desabastecidos y abandonados mientras que otros están muy desarrollados, como de hecho sucede hoy. Este contraste es el que yo he querido trabajar. Esta confrontación entre la tecnología que puede enviarnos a todos al infierno y cómo algunos se resisten a este avance, a un tecnólogo tecnoescéptico como yo, siempre le parecerá que es buen material para contar una historia».

El tecnólogo tecnoescéptico se ha atrevido a plantear las consecuencias hipotéticas de una situación físicamente posible según los manuales de mecánica celeste. Un planeta que está anclado a su estrella en acoplamiento de marea, como la Luna respecto a la Tierra: «Tiene una cara que siempre da a esa estrella, un desierto machacado por ese sol, otra que se queda en una noche helada y una región ecuatorial donde sí hay día y noche. He imaginado qué tipos de biología y civilización se desarrollarían». Quizá la oleada de descubrimientos de sistemas de exoplanetas, a cual más raro, le haya inspirado, admite. También ha puesto en la coctelera la teoría de la endosimbiosis de Lynn Margulies, cómo la simbiosis entre distintas especies es la clave en la evolución. «¿Si vamos a otro ambiente, nos integraríamos con las especies de ese medio ambiente? ¿Cómo lo haríamos? ¿Qué humanidad nos espera? ¿Podría converger cierta inteligencia alienígena con determinados humanos? He generado todo un universo a partir de estas premisas», concluye.

Tras el lanzamiento de Transcrepuscular hay toda una apuesta editorial para hacer mínimamente rentable la escritura a autores de género que en España tienen una base de lectores más o menos asegurada, pero difícilmente ampliable, que se queda en torno al millar de seguidores. Del libro se han lanzado 1.000 ejemplares con papel traído especialmente de Italia, lomo de tela, una portada con acabado metalizado que ha costado seis meses diseñar, una versión oro firmada y numerada a 42 euros, otra plata a 32 euros… Y no se reeditarán. Solo cuando se hayan publicado los tres ejemplares de la trilogía en estas condiciones, y el ebook, se lanzará una versión omnibus asequible en rústica. «Está bajando el número de lectores porque a menudo quien tiene el tiempo para leer no tiene el dinero y quien tiene el dinero no tiene el tiempo», analiza Bueso. Quizá la propuesta de Gigamesh para maximizar las posibilidades de un mercado como este sirva para que el autor se lleve por un trabajo de años algo más que, digamos, mil euritos.