Qué es convencional y qué no lo es? La pregunta tiene trampa. Pongamos un ejemplo: que llueva en Venecia en agosto es, en teoría, nada convencional, pero deja de serlo si en menos de una semana sucede dos veces. Lo de ayer fue un diluvio en toda regla. Las calles se convirtieron literalmente en ríos. El techo de la sala de prensa de la Mostra se derrumbó por segunda vez.

Otro ejemplo: The town , la segunda película que el actor Ben Affleck ha dirigido y que ayer presentó aquí fuera de concurso, debería considerarse una cinta de atracos convencionalota, porque la protagoniza el típico criminal dispuesto a retirarse después del último golpe pero condenado a no hacerlo --el propio Affleck lo interpreta--, y porque evoca Heat (1995), los viejos noirs de James Cagney y el fatalismo de Mystic River (2003). Ayer, Affleck también mencionó Gomorra como referencia "por su estilo y su ejecución".

En cualquier caso, ¿debe un entretenimiento sólido, eficaz y adulto ser considerado convencional hoy en día, tal y como está el patio de la cartelera? No contestemos todavía, no sin antes explicar que lo que distingue a The town es su denominación de origen. "El entorno al que pertenecemos determina completamente quiénes somos, uno no puede escapar de sus orígenes", aseguró ayer Affleck.

CIUDAD DE ATRACOS Lo hizo en referencia a Boston. La ciudad donde él creció, las calles y la gente que tan bien conoce. Charlestown, un barrio obrero que, suele decirse sin base científica, es capital mundial de los atracos. Todos los personajes de esta historia son productos de ese lugar donde uno no decide ser un criminal, lo es y punto; todos están marcados por la decepción, curtidos por la violencia.

Ese mismo era el lúgubre paisaje de otro drama criminal, Adiós pequeña, adiós (2007), su debut como realizador. Resulta paradójico que, pese a que aquí Affleck amplía sus capacidades como director, The town parece destinada a ser subestimada por quienes esperaban que Affleck sacara punta a las ambiciones autorales que su ópera prima apuntó.