El estilo visual de Blade runner, sus fundamentos filosóficos y su tono sombrío han dejado una enorme huella en los últimos 30 años de literatura, anime y música y, sobre todo, de cine de género. De entrada, la película impulsó una avalancha de adaptaciones a la gran pantalla de relatos de Philip K. Dick, como Desafío total (1990), Paycheck (2003), Minority report (2002); y es obvia inspiración de títulos como Her (2013) o Ex machina (2014) o Nunca me abandones (2010). Pero eso no es todo: la huella de Blade runner se detecta en Doce monos (1995), La ciudad de los niños perdidos (1995), El quinto elemento (1997), Dark city (1998), la trilogía Matrix, El elemento del crimen (1984)…

A medida que nos acercamos al 2019, año en el que transcurre Blade runner, queda cada vez más clara su condición de obra profética. Cierto que los coches aún no vuelan, y que si alguien ha creado robots indistinguibles de nosotros los mantiene a buen recaudo. Pero la robótica está ocupando cada vez más sectores de empleo, y los avances con células madre, la modificación genética y secuenciación del genoma dejan claro que pronto seremos capaces de crear vida en laboratorios. Como la película anticipó, quienes hoy manejan el poder no son los gobiernos, sino las grandes corporaciones económicas, y vivimos sometidos al bombardeo de anuncios publicitarios. Y también es inevitable acordarse de los replicantes al pensar en aquellos que hoy sufren condiciones laborales cercanas al esclavismo, tratados menos como seres humanos que como mera mercancía.

Las últimas palabras de Roy Batty son un hitor: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». No saber dónde diablos está Tannhäuser o qué son los rayos C añade mística a esta tierna declaración sobre la naturaleza fugaz de nuestras vidas.

Compuesta por Vangelis, la música de Blade runner forma parte de la banda sonora de nuestras vidas. En lugar de usar instrumentos tradicionales, el compositor griego se sirvió esencialmente de los sintetizadores Yamaha CS-80 y Roland VP-330. La densidad atmosférica y la radicalidad melódica que obtuvo de ellos se ajusta a la perfección al paisaje ultratecnológico y artificialmente iluminado que la película captura.

Cada vez que uno ve Blade runner descubre detalles nuevos. Buena parte de la magia está en los interrogantes. El más recurrente, claro, es la posibilidad de que el propio Deckard sea un replicante. Pero hay más cuestiones: ¿Qué abocó al mundo a la distopía? ¿Quiénes son los misteriosos socios de Deckard? ¿Qué significa el unicornio de papel de plata que aparece al final de la película? No queremos saberlo.

1 Una cuestión de estilo

A nivel visual, Blade runner sigue siendo una de las obras más intrépidas y deslumbrantes de la historia del cine. Su versión de la ciudad de Los Ángeles es un paisaje permanentemente nocturno y hecho de claroscuros, lluvia y reflejos de neón, puro romanticismo noir. La influencia de la ficción detectivesca de los años 40 se percibe en cada escena, en la atmósfera de derrota y melancolía, pero sobre todo en la figura del sabueso lacónico Deckard.

Cuando Blade runner se estrenó en 1982, a nadie pareció importarle. La crítica no la entendió, y sus cifras de taquilla fueron mediocres. Nadie podía imaginar que 35 años después, su secuela llegaría a los cines convertida en el acontecimiento cinematográfico más esperado de los últimos años. ¿Cómo se explica que la tercera película de Ridley Scott siga siendo considerada una de las obras más revolucionarias del cine de la ciencia-ficción? Ahí van siete motivos.

A la importancia de Blade runner sin duda ha contribuido el culto que rodea al autor Philip K. Dick y en concreto a la novela que la inspira, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Escrita en pleno apogeo de la guerra de Vietnam y obsesionada por los horrores de la Alemania nazi, sigue siendo una de las reflexiones más preclaras que existen sobre lo que significa ser una criatura pensante y racional y, por tanto, consciente de la propia mortalidad. ¿Qué es lo que nos define como humanos? ¿Nuestros recuerdos? ¿Nuestros sentimientos? ¿Nuestros cuerpos? ¿Qué somos además de carne?