Toda vida, incluso la más larga, pende de un puñado escaso de acontecimientos. La de Miguel Delibes gravitó sobre tres nudos: su entrada en El Norte de Castilla , el periódico de su ciudad, Valladolid, donde empezó a trabajar en 1941 como caricaturista; su unión con Angeles, su esposa, cuya muerte en 1974 le sumió en una profunda depresión; y el premio Nadal que recibió en 1947, convenciéndole de que lo suyo, más que el dibujo, eran las letras. Así se lo confesó el novelista a Ramón García, su amigo y biógrafo, en las largas charlas que ambos mantuvieron a lo largo de varias décadas de relación, y así lo recordó ayer en Madrid el autor de Miguel Delibes de cerca (Destino), una ambiciosa y detallada obra (870 páginas y casi un centenar de fotos familiares y manuscritos de su puño y letra) que recorre la vida del narrador vallisoletano desde su nacimiento hasta su muerte, ocurrida el pasado 12 de marzo.

En realidad, la biografía que ahora llega a las librerías es una revisión de El quiosco de los helados , el libro sobre Miguel Delibes que el propio Ramón García publicó en 2005, tomando el título del lugar donde ambos solían quedar para hablar.

El retrato que Ramón García hace de Miguel Delibes ilumina más claves vitales que literarias acerca del creador de Cinco horas con Mario. "Hay gente que sabe más sobre su obra; yo tuve el privilegio de conocer a la persona y solo pretendo aportar esa cercanía humana", advierte el biógrafo. En su opinión, Miguel Delibes es de esos escasos ejemplos en los que vida y obra son un ejercicio de coherencia. "Su biografía pone de manifiesto la estrecha sintonía que hubo siempre entre el hombre y el escritor", señala el autor.

El premio Cervantes, que se le otorgó en 1993, legó una imagen de sí mismo seria y rigurosa, pero hay un Miguel Delibes bromista y con retranca que solo salía a relucir en las distancias cortas. "No se callaba nada, si algo no le gustaba, lo decía". Por desgracia para él, para disgustos tenía donde elegir: "Detestaba la España de bonolotos, puentes y vacaciones en la que se había convertido el país, no entendía que las teles dieran lo que pedía la audiencia, en vez de dedicarse a crear audiencia", recuerda ahora el autor de Miguel Delibes de cerca.