Es uno de los actores que más veces ha pisado la arena del teatro romano: nada más y nada menos que en 13 ocasiones. Y esta noche Fernando Ramos volverá a hacerlo metido en la piel del caudillo lusitano Viriato con la misma ilusión de la primera vez.

--¿Qué es lo más destacable de su personaje, Viriato?

-Sin duda la inseguridad del hombre que al final hace que muera de un modo que se convierte en mito y desde la mítica parece que a Viriato solo le pudo vencer la traición de sus propios hombres. Este Viriato se pregunta por qué él tiene el papel del ser el caudillo lusitano en lugar del de un ser humano que viva con su familia y no tener esa responsabilidad.

--Tras los últimos éxitos de su compañía, Verbo producciones ¿cómo afrontan este trabajo?

--Con Jesús Cimarro hemos interpretado aquí El Cerco de Numancia, Los gemelos y ahora Viriato. Verbo Producciones también ha hecho otras obras aquí. Hemos conseguido hacer una familia porque lo bueno que tiene esto es que los montajes que realizamos aquí luego giran mucho. Hemos formado casi una compañía estable.

--Fue premio Ceres del público y ya es veterano en el festival. ¿Qué le supone actuar en Mérida?

--Cuando nos sentamos y empezamos a analizar cómo y qué vamos a hacer, cada vez tenemos menos recorrido porque los elementos que hemos utilizado de sorpresa en cada montaje cada vez es un arma menos. La responsabilidad es grande y si además se da la circunstancia, como este año, que ha habido montajes fantásticos la responsabilidad es aún mayor porque lo cerramos.

-¿Es importante que el festival apueste por las compañías extremeñas?

-Yo no puedo decir otra cosa. Si las giras posteriores que han tenido tanto Los gemelos como El Cerco de Numancia han sido tan importantes viene dado sin duda porque se estrena en este marco. Primero porque la producción te permite ser una producción mayor, porque el escaparate que te permite tener Mérida es inmenso, porque la fuerza que ya surgen las obras a través de los medios y de la atención del público y porque el sello del festival de Mérida es una garantía para muchos programadores.

--¿El hecho de ‘jugar en casa’ implica más presión?

--Mucha más. Yo soy un actor que cada vez llevo peor conocer a la gente para la que actúo porque la responsabilidad es muy grande. Me encanta actuar en un sitio en el que no conozco al público (bromea). Me puede la presión y cada vez más y lo noto cada vez más.

--A unas horas de volver, ¿Qué sensaciones tiene?

--Hay muchísimos nervios. Como esta vez hemos apostado por el factor humano lo que ocurre es que puede pasar cualquier cosa porque somos 27 personas en escena, y como yo digo son 54 tobillos (bromea). Nos sentimos como el número del malabar del alambre y el plato para que no se te caiga absolutamente nada.