Le Corbusier está considerado el padre de la arquitectura moderna, pero su faceta de pintor fue mucho más cuestionada y desconocida, hasta que Heidi Weber, enamorada de su obra plástica, la impulsó y llegó a crear en 1967 el Centro Le Corbusier, cuya reproducción puede verse desde hoy en el Museo Reina Sofía.

Así, el Reina Sofía, presenta un total de 160 obras, entre pinturas, esculturas y dibujos, litografías, mobiliario y documentación del gran arquitecto suizo, representante del funcionalismo, y para quien la vivienda era concebida como "una máquina de habitar".

Obras, todas ellas, reunidas por la galerista suiza Heidi Weber, que hoy estuvo en Madrid en la presentación de la muestra, y quien cuando conoció al gran arquitecto, en 1957, quedó fascinada por su obra plática y por su pensamiento.

Una pasión que le llevó a estimular al artista para que continuase realizando su obra hasta su muerte. Le Courbusier (Suiza, 1887-1965) "persiguió el ideal de integrar todas las artes, de disolver el arte en la vida, como preconizaron las vanguardias, para mejorar la existencia del ser humano, un pensamiento que aparece desplegado en todas sus facetas creativas", explicó la directora del Museo Reina Sofía, Ana Martínez de Aguilar.

Y un pensamiento que perseguía, en último extremo, la esencia poética y que recorre toda la obra de este artista, uno de los más influyentes del siglo XX, y que fue arquitecto, aunque no de carrera, escultor, pintor, poeta, urbanista o diseñador de muebles, entre otras cosas.

Heidi Weber, que hoy celebraba su 80 aniversario, comenzó a seriar la obra de Le Corbusier en 1957, fecha en la que comenzó una intensa relación con el artista, que le llegó a confiar todos los derechos de su obra y exhibición.

Una intensa colaboración que culminó con la creación de La Casa del Hombre (La Maison de l'Homme), un proyecto que impulsó Weber, que creó el propio Le Corbusier y que hoy es el Centro de Le Corbusier en Zurich.

La exposición reconstruye y recrea este mismo espíritu del artista, no sólo con las obras y con la reproducción de las maquetas sino también con la misma disposición y medidas que planeara en su día Le Corbusier. Con todo ello, el visitante se podrá encontrar con los cuadros situados muy al ras del suelo. "Con una escala más 'doméstica' con la que el arquitecto intentaba desmitificar la grandilocuencia de los cuadros", argumentó el comisario de la obra, Juan Calatrava.

La muestra está dividida en tres grandes partes; la primera de ellas, muestra la reedición y comercialización de muebles de Le Corbusier. Aquí se incluyen varios de sus diseños míticos, como las sillas de tubos metálicos de los años veinte, que fueron reelaborados por Heidi Weber en un trabajo conjunto con el artista y comercializado en Suiza a partir de 1959.

Un segundo bloque, y apartado central, muestra la obra plástica de Le Corbusier, con pinturas, grabados, dibujos y tapices, a los que el artista los llamaba 'nómadas' por el sentido itinerante del ser humano y su paso por diferentes casas.

Piezas que, por primera vez, se muestran de forma unitaria y que revelan el tiempo en el que el artista vivió, su influencia y referencias con el constructivismo ruso, Picasso o Legger.

Finalmente, la muestra reproduce el edificio La Casa del Hombre, en el que el arquitecto aúna las artes plásticas y la arquitectura.

Heidi Weber señaló que se sentía muy emocionada con que Le Corbusier estuviera en Madrid, "en una exposición, que también por primera vez reproduce otro museo", cuyo concepto, dijo, le había gustado mucho.

Weber, que también cede la obras del arquitecto para exposiciones temporales, tuvo ya un gesto de generosidad con España en 1988, cuando donó al Museo Reina Sofía "La caída de Barcelona", una pieza relacionada con el Guernica de Picasso.