La novela de aventuras de tema hípico, La hermandad de la buena suerte , con la que Fernando Savater ha ganado el Planeta celebra el hedonismo de la lectura.

--En su ensayo La infancia recuperada reivindicaba la literatura que, de adolescentes, leíamos con fervor. ¿Ha escrito La hermandad de la buena suerte en esa línea?

--He intentado prolongar esa pasión lectora por las novelas populares de mi infancia. Por eso no he querido escribir la gran novela que renueve el género. Pero sí dotarla con los suficientes ingredientes de originalidad e inteligencia. A mí no me entretienen las tonterías.

--Pero a veces la pasión infantil nos hace leer de un tirón, de forma muy apresurada.

--Hay quien dice: No pude dejar la novela en toda la noche. No me importa que esta obra se lea así, pero a mí cuando una obra me gusta mucho, me sucede todo lo contrario. Leo un poco cada día por temor a que se me acabe. Me gustaría que se leyera de una de esas dos maneras.

--Una novela de aventuras con aliño metafísico. ¿De qué va el aderezo?

--Es la historia de un jockey desaparecido contada de forma coral. Cada uno de los personajes habla de la parte de la acción en la que interviene y de su trasfondo. Decía Václav Havel que la novela habla de la dificultad de habitar el mundo y de eso trata la metafísica.

--Así que no ha dejado al filósofo encerrado.

--Pues un poco sí. Escribir ficción es para mí un placer. En este libro no hay lecciones. He querido contar un cuento y punto. Pero también es cierto que siempre que se habla de la vida se habla de filosofía.

--¿El escapismo puede ser una manera de huir de la crisis?

--Cuando a Tolkien, el autor de El señor de los anillos , le acusaban de eso, decía que no es lo mismo huir cuando ataca el enemigo que escaparse de una cárcel. La palabra escapar no siempre es mala. A mí me gusta escapar de donde no quiero estar.

--¿Cuál es la fórmula secreta de esta novela ¿A qué otros autores apunta?

--Pues tiene el perfume de Dick Francis, un novelista policiaco que fue jinete y cuyas magníficas novelas transcurren en el mundo de la hípica. Pero también está Edgard Wallace, el autor de King Kong, que todo lo que ganaba se lo gastaba en los hipódromos.

--¿De dónde viene su amor por la hípica y sus carreras?

--Mi padre era muy aficionado. Mi madre me compraba los libros y me inició en la lectura. Pero a mi padre le veía poco. Me llevaba al hipódromo desde los cinco años y me encantaba porque era el momento en que nos encontrábamos solos los dos.

--¿Sabe susurrar a los caballos?

--No, no sé susurrarles, lo siento. Tengo amigos muy expertos que los entrenan y los montan. Yo les respeto mucho y solamente disfruto viéndolos en acción.

--¿Y nunca ha tenido la tentación de comprar uno?

--Sí, pero después de ver correr a los mejores caballos del mundo, mi economía solo me daría para comprar un penco de tres patas.

--Ahora con el premio puede empezar a pensárselo.

--Quizá sí...

--¿Haber ganado el premio mejor dotado en castellano en Barcelona no le hace replantearse su firma en el Manifiesto por la lengua común?

--Barcelona es la ciudad que más me gusta después de San Sebastián. No hay contradicción. El manifiesto lo firmamos al servicio de los derechos de los españoles y de los catalanes.