Mi personaje favorito de La voz dormida era la Tomasa. Porque la Tomasa lo había perdido todo y le daba igual ocho que ochenta y no se doblegaba ni contaba su historia y quería ir al mar para ver a sus seres queridos porque los habían matado a todos. Sobre las mujeres en la guerra civil, sobre amores y extorsiones, sobre desconocidos que se encuentran y revisiones de mitos en clave de humor y la memoria de los mapas o la filosofía o la pobreza. El teatro puede contarlo todo.

Sobre sexo, amores, extorsiones y sordidez habló Valle-Inclán en una obra muy corta que se llama La cabeza del Bautista. La puso en marcha El Desván, José Antonio Lucía se marca un monologazo con baile Elvis the Pelvis incluido, Pepa Gracia está divina (como siempre) y Francisco Blanco produce pena, ternura y hasta comprensión, pobre criaturita. Domingo Cruz contó, para poner en marcha este clásico, con un bar con su banda: Jimmy Barnatán y The Cocooners. Blues, tragaperras, alcohol. Todos los ingredientes. Y, como en las mejores happy hours, dos por el precio de una, porque después pueden ver a Leandro y Priscila, dos desconocidos que se encuentran en una madrugada y se ponen a hablar.

A veces sucede. / Algo quiebra el mecanismo / cotidiano de la desolación y sucede. / Se despista la terca ley de la distancia / y dos cualesquiera se encuentran, / sin saber cómo, sin casi pretenderlo. / Conversan, se ríen, se sorprenden / de no desconfiar en absoluto, / se entregan a lo que van inventando / como si estuvieran protagonizando el Génesis. / Todo es muy extraño, piensan para adentro / en los raros momentos en que se les aparta la alegría / porque vuelve a asaltarles la costumbre. / Pero el milagro sigue. / No detienen el juego por ahora. / Pasean, deletrean el alfabeto de su inocencia, / balbucean sus nombres nuevos, sus sueños viejos, / cantan estribillos de canciones tontas / y les parece extraordinariamente divertido, / se olvidan de comer, hablan sin parar de la hermosura, / se conmueven cada vez en los silencios. / Suele haber en estos casos una ciudad / que va dando pasos lentos hacia la noche y luego / pasos un poco más rápidos hacia el alba. / El alba mientras tanto aguarda tranquila, / en su sitio, con su guadaña.

Lo contó David Eloy Rodríguez mucho mejor que yo. Ese pequeño milagro de encontrar a alguien con quien hablar sin aspavientos.

Y con quien reír en comunidad, también. Desde que la Companhia do Chapitô apareciera con la historia de Jesús de Nazaret en El Gran Creador, les he ido siguiendo porque, en sus obras, hay algún momento en el que quieres que paren, por favor, porque te duele la mandíbula de reír. Su Edipo, que pudimos ver el año pasado, fue una maravilla y su Electra (atención al uso de las cucharillas de café) no lo es menos. No les hace falta ni escenografía y aquí le confieso, públicamente, mi amor a Jorge Cruz.

Que es el mismo que le tengo a Juan Mayorga, pero a él ya se lo he dicho. Durante un viaje, Mayorga encontró unas fotografías antiguas, en las que ponía exactamente el lugar en el que fueron tomadas. Estaban expuestas en Varsovia, en una sinagoga. Había una boda, niños jugando, retratos de prostitutas y de peluqueros. Buscó esos lugares, pero no existían ya porque la guerra los había destruido todos. Con esto escribió El Cartógrafo. Hay un único espacio, dos tiempos (1940 y 2016) y dos actores, José Luis García Pérez y Blanca Portillo, que dan vida a un diplomático y su mujer, a un cartógrafo que quiere hacer mapas pero que no se puede mover y que manda a su nieta y a otros personajes. Es un canto a la imaginación, también, decía Mayorga: al teatro como ese lugar en el que todos se reúnen para imaginar, pero cada uno es capaz de evocar una cosa distinta. Se habla del exterminio, del olvido, la memoria y lo que merece ser recordado. Portillo se fue a Varsovia para hacer el mismo viaje y José Luis García Gómez le dijo a El País que para apreciar la crueldad y el dolor humano «hay que ir siempre al pequeño detalle, a la pequeña escala».

Eso es lo que ha hecho Karlik de manera preciosista y sensible con las palabras de María Zambrano, una de los mayores filósofosas dell mundo. Tanto Karlik como La Zaranda han desarrollado un lenguaje propio: La Zaranda lo hace en esta ocasión para hablarnos de los desharrapados, de los mendigos que pudiéramos ser nosotros porque quién puede asegurar que lo tiene todo y para siempre. Quizá se arruinaron con la burbuja inmobiliaria, que es lo que nos cuenta Arán Dramática. Y es que el teatro, como siempre, puede hablarlo todo.

Todo, en el teatro López de Ayala de Badajoz:

‘La voz dormida’. Viernes, 27 de octubre. 21.00 horas.

‘La cabeza del Bautista’. Sábado, 28 de octubre. 21.00 horas.

‘IN-Comunicaciones’. Sábado, 28 de octubre. 23.00 horas.

‘Electra’. Domingo, 29 de octubre. 21.00 horas.

‘El cartógrafo’. Lunes, 30 de octubre. 21.00 horas.

María Zambrano. La palabra danzante. Martes, 31. 21.00 horas.

‘Ahora todo es noche’. Miércoles, 1 de noviembre. 21.00 horas.

‘La Torre’. Jueves, 2 de noviembre. 21.00 horas.